No es fácil saber la influencia del debate entre Rajoy y Sánchez en el resultado que arrojen las urnas. La campaña se inició con un porcentaje amplio de personas indecisas, pero a seis días de los comicios queda poco pescado por vender. Dejo esta consideración aparte para ir hacia algo más sustancial. En los cara a cara, celebrados hasta la fecha (González / Aznar, Zapatero /Rajoy, Rubalcaba / Rajoy), hubo un trasvase de votos del perdedor al ganador. Principalmente de personas que tenían dudas sobre la papeleta a elegir. La única alternativa al bipartidismo era IU; en los territorios gobernados por nacionalistas, también estos partidos representaban una opción de refugio. No es precisa una reflexión sesuda para llegar a la conclusión de que ni IU ni el nacionalismo suponían una opción válida para la mayoría del electorado. Basta mirar los resultados para comprobar que IU sólo aumentó su radio de influencia en los comicios de 1996, con Julio Anguita atacaba a PSOE y PP (en aquella ocasión obtuvo 21 diputados); Convergencia i Unió fue segunda fuerza en la larga serie de elecciones generales, por detrás de los socialistas catalanes. Digamos que el bipartidismo era un sistema sostenible hasta que la crisis económica se hizo demasiado larga y las clases medias, sustento de PP y PSOE, se desmoronaron.
Ahora, por primera vez en España, hay grupos capaces de convertirse en el “tercer partido”, tarea en la que fracasaron el CDS de Adolfo Suárez y la UPyD de Rosa Díez. El tercer partido es un grupo susceptible de recibir votos de las dos formaciones mayoritarias. Los errores de Rajoy o Sánchez pueden ir a parar a los partidos emergentes, sin que estén en el plató. Hay versiones un tanto atípicas que pueden jugar ese papel en España, como es el caso de Podemos. Su capacidad para hacerse con electorado moderado es reducida, pero no desdeñable. Pablo Iglesias está a punto de cumplir el sueño de Anguita, y aún antes de Carrillo, a base de ensayar un discurso populista de izquierdas –importado por Monedero de Latinoamérica- y primando la movilización sobre la organización. Pero el tercer partido de hechuras clásicas es Ciudadanos, por eso lo temen al alimón PP y PSOE. Quizás por eso se hayan rasgado farisaicamente las vestiduras cuando Rivera igualó el maltrato infantil en el hogar a la violencia de género. De la cocaína al escrache de PAH a sus sedes, pasando por la acusación de machismo. Todo vale.