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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EN LA COLA DEL HIPER

Soy partidario de suprimir la jornada de reflexión, porque no sirve para nada excepto rendir culto a la cursilería. Se puede y debe pasar de la campaña a las urnas, sin necesidad de caer en largas meditaciones que no sirven para cambiar el voto. No conozco a nadie que la tarde del sábado haya pasado de la izquierda a la derecha, o a la inversa, tras detenida lectura de los programas electorales.
Ayer, me interesé por media docena de restaurantes que tenían todas las mesas reservadas; pisé una gran superficie a la vez que un millón de personas, y entre ensayos fallidos en distintos actos de consumo, acompañados de largas colas que sólo existen en los países del socialismo real (Cuba, Corea del Norte y algún otro), tuve tiempo a darme cuenta que hoy vamos a votar sin que ningún partido nos haya dicho con quién formaría alianza para poder gobernar.
Sencillamente formidable. Un dato fundamental de la oferta electoral queda oculto, de modo que vamos a comprar una mercancía sin saber exactamente con qué nos encontraremos tras el envoltorio.
Esta cuestión no sería tan relevante si gobernara la lista más votada, pero como unos no quieren esa reforma electoral y otros dicen que la quieren pero no la hicieron, estamos abocados a movernos por intuición, no por conocimiento.
PATA DE ELEFANTE
En la cola del consumo también me percaté de que la prioridad de las prioridades del pasado mandato, la reducción del déficit público, se ha pasado de moda. Los gobernantes son tan volubles como los gobernados. Sin solución de continuidad hemos pasado del pantalón de pitillo a la pata de elefante de la holgura del gasto.
Sigue Ángela Merkel en el puesto de mando de la UE, pero los candidatos presidenciables han dictado el fin de la época de la austeridad. Una de dos: o piensan que Europa nos va a ampliar el plazo para nivelar ingresos y gastos o están dispuestos a incumplirlo.
Como la lucha contra el déficit público ha quedado en segundo plano, la deuda pública, que es la suma de los déficit, no estuvo presente en los discursos y los debates. Puestos a recapacitar, en ninguna campaña electoral estuvo la deuda entre las cuestiones principales. Los países insolventes, como a veces ocurre con las personas insolventes, llegan a ese final desdichado tras una época de euforia y desenfado que consiste en vivir del dinero ajeno hasta que se quedan sin crédito y amigos. Me aterra pensar que por perseguir objetivos menores engordemos los números rojos.
En la cola del consumo me antecedían chicas muy jóvenes (¿Bachillerato, primer año de carrera?) que me hicieron recordar el lugar común de la campaña electoral: el pacto por la Educación. No hay partido que disienta. Todos están por hacer “un gran pacto por la Educación”. A veces lo dicen con una fórmula estereotipada: “sacar la Educación del debate político”. La misma que utilizan para asegurar la nómina de los jubilados: “sacar las pensiones del debate político”. Por lo menos estas últimas sé que las llevan a Toledo.
Los candidatos están convencidos de que el desastre educativo está provocado por la aprobación de leyes de partido que duran lo mismo que el gobierno que las aprueba. Si todos los grupos elaboraran una ley de consenso la cosa cambiaría. Eso creen los muy ilusos.
LOBBY DE LA EDUCACIÓN
En esta campaña tuve ocasión de decirle al gurú económico de uno de los partidos en liza que las leyes de Educación, y el modelo que sustentan, no encallan en los parlamentos, sino al chocar con el lobby de la Educación, un potentísimo conglomerado social, estructurado en torno a los sindicatos de los profesores, las asociaciones de madres y padres, y los sindicatos de estudiantes, que se ha cargado a dos ministros de Educación de gobiernos respaldados por la mayoría absoluta del Parlamento: Maravall se fue a su casa y Wert al exilio (dorado).
Si en las pruebas de Pisa estamos muy por detrás de Estonia o Portugal, y por supuesto, por debajo de la media de los países de la OCDE, no es por ausencia de consenso parlamentario, sino por la imposibilidad de aplicar medidas que chocan con los intereses del lobby de la Educación. Después de pagar sus impuestos, los ciudadanos no tienen ni siquiera derecho a saber qué puesto ocupan los colegios de sus hijos en la evaluación de centros.
En los debates electorales, como en las conversaciones privadas, hay cosas que se nombran de refilón, porque resultan muy problemáticas. “Vamos a cambiar el modelo de financiación autonómica”. Un enunciado compartido, pero que nadie quiso desarrollar. El famoso sudoku de Pedro Solbes que es imposible de resolver en época de vacas flacas.
Para acordar el actual modelo, el gobierno de entonces tuvo que poner encima de la mesa 11.000 millones de euros más de los que había antes. ¿Qué cantidad supletoria tendrá que aportar el próximo Gobierno central teniendo en cuenta que las cuentas de las comunidades autónomas están hechas unos zorros?
Termino. Parece que de esta van a reformar, a fondo, la Constitución. Tengo un ejemplar de la misma en la esquina de una estantería desde hace 37 años. Ayer lo consulté dos veces. A ciegas soy capaz de llegar hasta la Constitución y palparla.
Rescato la frase del ministro Corcuera: los experimentos con gaseosa. Artículo 1.2: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Amén.

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