En las vísperas navideñas se produjeron dos hechos de gran repercusión política: las elecciones generales y la prórroga presupuestaria en el Principado. El primero tiene dos lecturas, una nacional y la otra asturiana, mientras que el segundo se circunscribe a nuestra región.
De los comicios nacionales destaca tanto la entrada de los partidos emergentes en las instituciones del Estado, como las enormes pérdidas sufridas por el bipartidismo en las urnas: casi seis millones de VOTOS. Mucho más fuerte el descenso del PP, pero más inquietante el del PSOE, porque el PP cae desde su máximo histórico (186 diputados en 2011), mientras que el PSOE se derrumba desde el que era su registro más bajo (110 escaños en 2011).
La posición de los dos partidos ante la gobernabilidad del Estado es diferente. El PP tiende la mano a grupos constitucionalistas, mientras que el PSOE se devana ante la encrucijada de resignarse al papel de liderar la oposición o lanzarse a la aventura de formar una alternativa de gobierno con grupos que imponen condiciones contrarias a la Constitución (el referéndum de autodeterminación de Podemos) o son abiertamente contrarios a la misma, como ERC. El drama para el PSOE estriba en que Pedro Sánchez necesita instalarse en La Moncloa para consolidarse como secretario general del PSOE, y siente la tentación de anteponer los intereses personales a los del Estado.
URNAS ASTURIANAS
Desde una perspectiva asturiana, las elecciones también dejan un sabor amargo para los socialistas. Centraron la campaña en realizar un permanente ataque contra la candidatura de unidad del centro-derecha. No criticaron este o aquel apartado de su programa, sino el atrevimiento de unirse en una lista. Sabedores de que iban por detrás en las encuestas, sacaron toda la artillería, pero no fueron capaces de influir en el resultado.
El recuento de las urnas deja a los socialistas asturianos con la menor cuota electoral de su historia (dos escaños de ocho) y con el incómodo detalle de comprobar que Podemos les igualó en diputados (dos escaños) y les ganó en votos en las ciudades más grandes: Gijón, Oviedo, Avilés, Siero y Mieres. De la media docena de municipios más poblados, el PSOE sólo quedó en Langreo por delante de Podemos. La FSA tiene que hacérselo mirar.
Sin tiempo de digerir los resultados, llegó la enmienda a la totalidad de los presupuestos de Podemos. Desde que se inició el segundo mandato de Javier Fernández, la principal preocupación estaba en lograr una entente para sacar adelante las cuentas de 2016, no tanto por su importancia económica sino por su repercusión política.
La investidura de Javier Fernández, como la de la mayoría de los presidentes del Principado, fue un tanto atípica, porque no pudo la oposición votar en contra. Los mismos que rechazaron los presupuestos (PP, Podemos, Foro y Ciudadanos) hubieran impedido la investidura de Fernández con las normas que rigen en el resto de comunidades autónomas. Con el reglamento de la Junta General del Principado, Rajoy sería investido presidente sin necesidad de aliados. La prórroga presupuestaria evidencia un problema político de primer orden: el Gobierno asturiano está en minoría en la Cámara desde el inicio del mandato.
EL ATOLLADERO
De esta situación no se sale diciendo que Podemos es el socio estratégico del PP, porque hace un año Mercedes Fernández era la gran aliada del PSOE (le aprobó los presupuestos). Es más, la entente PSOE-PP permitió bloquear al Gobierno de Cascos y propiciar las elecciones anticipadas que devolvieron el poder al socialismo.
El PSOE, como partido, tiene que cambiar de discurso para salir del atolladero. En el campo de la izquierda no puede extender a Podemos el modelo de relación que le vincula con IU, dispuesta siempre a reconocer la primogenitura del PSOE. El mejor ejemplo es lo ocurrido en la negociación del presupuesto.
No se ponen encima de la mesa todos los datos pedidos por los interlocutores y, ante las indecisiones de Podemos, se opta por recurrir al método clásico de presión: la caballería por delante (sindicatos de la concertación) alertando del peligro de incurrir en prórroga, luego se toma como rehén la cara amable del presupuesto (al declarar que sin la aprobación de las cuentas desaparecerían las 400 plazas de las oposiciones de educación) y al final se echa un pulso al borde del abismo, dejando pasar los últimos días sin realizar otra oferta.
Ese método valía para los años de oro de la FSA, pero no para un partido que no llega a un tercio de escaños del Parlamento autonómico y sólo tiene el 25% de la representación asturiana en el Congreso de los Diputados.
Los dirigentes socialistas deben buscar otro modelo de relación con sus potenciales aliados parlamentarios, pero eso no basta, tienen que recuperar las complicidades sociales que tenían en el pasado. Esta es una región pequeña, pero compleja. Las fórmulas simplistas no funcionan. Su principal reflexión pasa por tomar conciencia de que antes de sufrir la desafección del electorado, fue la propia FSA quien cerró la puerta a una vasta relación de interlocutores que hacían más permeable la relación del partido con la sociedad asturiana.