La querella presentada por el Soma contra José Ángel Fernández Villa forma parte de una operación de imagen de la dirección del Sindicato Minero después de haber compartido tareas de gestión con el ex líder sindical.
Declaraciones, debates y una comisión parlamentaria de investigación sólo han dejado como fruto tangible el talón mensual de Hunosa a nombre de Villa que el dirigente sindical no ingresaba en la caja del Soma (243.000 euros, en total), y otros gastos diversos pagados con la tarjeta del sindicato (116.000 euros) que no han sido justificados. Puestos a conjeturar eso es todo lo que podría tener alguna relación con el dinero regulado por Villa al acogerse a la amnistía fiscal.
Estamos hablando de un señor que estaba al frente del sindicato en 1978 y que estuvo en ese mismo cargo hasta antes de ayer. Por el medio tuvo escaño en la Junta General del Principado durante 24 años y fue senador en una legislatura.
RAREZAS
Todo lo que tiene que ver con el “caso Villa” no me cuadra. Acogerse a una amnistía fiscal para regularizar 1,2 millones de euros es una conducta excepcional. La gente que tenía dinero en Suiza o en Liechtenstein no se acogió al protocolo de Cristóbal Montoro para aflorar un poco más de un millón de euros. Los que guardaban esa suma de dinero debajo del colchón conyugal tampoco pidieron ser amnistiados.
No entiendo que una vez transmitidos los datos de la Agencia Tributaria al juzgado de turno, la investigación abierta resulte tan densa que sea preciso pedir ampliaciones de plazo extraordinarias para sortear la complejidad del expediente. Si los ahorros de Villa requieren ser investigados durante más de un año ¿cuánto tiempo habrá que dedicar a analizar las cuentas de un tiburón de las finanzas?
Puestos a no entender tengo que reconocer qué me pareció pura gestualidad teatral las caras de los dirigentes socialistas la mañana otoñal de 2014, cuando saltó la noticia del acogimiento de Villa a la amnistía fiscal. Esa estudiada pose entre el abatimiento y la rabia la entiendo en los seguidores del padre Maciel, pero no en los que fueron estrechos colaboradores del líder minero.
Hablar de Villa y del Soma es referirse a lo mismo. Varios de los actuales dirigentes del sindicato hicieron carrera con Villa. “Josiángel” los sacó del pozo y los sentó en el despacho. Nadie sabe nada. Excepto de las dietas ingresadas por Villa que tenían que haber ido a la cuenta del sindicato, conocidas por todos gracias a la declaración de Teresa Mallada, presidenta de Hunosa, en su declaración ante la comisión parlamentaria. El resto es puro arcano.
Desde una perspectiva política recordar cosas concretas de Villa lleva consigo abrir las puertas a la revisión de un vasto periodo de la política asturiana que arranca en la preautonomía y llega hasta el otro día.
Mejor expulsarlo de las dos organizaciones, sindical y política, sin entrar en detalles. A partir de ahí que hablen los jueces. Es una forma de proceder muy propia de la vida pública asturiana, con los autos o sentencias judiciales se sellan los procesos políticos.
Tampoco ningún miembro de la familia socialista dijo nada cuándo Gómez Fouz, en su libro, “Clandestinos”, afirmaba que Villa había sido confidente del comisario Claudio Ramos, bestia negra de los antifranquistas. Silencio absoluto del interesado y sus conmilitones.
TRAYECTORIA
La peripecia personal de Villa es mucho más aleccionadora que la del resto de políticos asturianos juntos, porque muestra la política al desnudo, como ejercicio puro de poder, siempre basado en alianzas de fondo.
Villa sirvió para frenar la fuerza de CCOO en la minería, algo que vieron pronto Rafael Fernández y Obdulio Fernández (director social de Hunosa), y logró la hegemonía en el socialismo asturiano de la mano de Alfonso Guerra.
En esa época dejó Hunosa, definitivamente, de ser una empresa al uso para convertirse en el principal bastión de la izquierda sindical y política asturiana. El elemento cohesionador del liderazgo de Villa estaba en la chequera con la que se liberaba del trabajo a cualquier minero, sin necesidad de ser delegado sindical. La chequera ponía al abrigo de las penalidades de la mina.
En la década de los años noventa del siglo pasado, Villa recibió dos golpes sucesivos, uno en el sindicato y el otro en el partido. El primero tuvo que ver con la figura de las prejubilaciones, introducida por el Gobierno de Felipe González, con la que se redujo drásticamente el personal en las minas. Cómo se notó la salida de Guerra del Gobierno.
Al final de la década, gracias a sus excelentes relaciones con el Gobierno de Aznar, Villa encontró oxígeno con el programa de los fondos mineros.
Entre las prejubilaciones y los fondos mineros, el PSOE introdujo el método de las elecciones primarias para elegir candidatos, quitando poder al aparato. Le tocó negociar con Álvarez Areces la llegada al Principado. Aquello tuvo que ser peor que un dolor de muelas.
Ya en el siglo XXI sufre el último golpe que lo baja del pedestal, con la actuación de Javier Fernández como secretario general de la FSA. A Javier Fernández se le podrán criticar muchas cosas, pero jugó un papel impecable en defensa de las instituciones autonómicas frenando las conjuras de partido.
Siguen sin revisar más de 31 años de actividad política y sindical recorridos por Villa al frente del grupo.