Treinta y ocho días después de la celebración de las elecciones realiza Rajoy la primera propuesta concreta de gobierno. Invita al PSOE a formar un gobierno de gran coalición, ocupando el puesto de presidente y otorgando a Pedro Sánchez el cargo de vicepresidente. La oferta incluye un pacto en comunidades autónomas y ayuntamientos para sostener a los gobiernos y consistorios socialistas que hasta ahora dependían de la entente con Podemos. Una alianza territorial que abarca los tres niveles, estatal, autonómico y local. Si el PSOE aceptara la oferta, Javier Fernández ya tendría resuelta su segunda y última legislatura. Pongo el ejemplo asturiano pero pondría poner el extremeño, manchego, andaluz o aragonés. Quiero decir que esa ampliación del pacto a otras administraciones supone un guiño a los barones socialistas para que urjan a Pedro Sánchez a girar hacia el centro-derecha.
Celebro la propuesta de Rajoy porque supone el paso de la pasividad a la acción. La actitud del presidente desde el 20 de diciembre es desconcertante. No se puede aspirar a ganar una competición sin disputarla. De todos los presidentes que hubo en España (Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar y Zapatero), Rajoy es el único al que no le entusiasma la política. Por eso delega tanto en Soraya Sáenz de Santamaría y por eso cometió el error garrafal, en el cara a cara electoral con Pedro Sánchez, de negar que había recortado las prestaciones al desempleo. Recuerda a la perfección los goles de Ronaldo, pero olvida los decretos que firma. De todas las manifestaciones realizadas por los líderes políticos en el periodo postelectoral cabe colegir que no habrá un gobierno de gran coalición. Pedro Sánchez rechaza la propuesta. No está en sus planes ser vicepresidente de un Ejecutivo presidido por un señor que calificó de “no decente”. El líder socialista trabaja sobre un proyecto alternativo, con Podemos, IU y PNV, que tiene la ventaja de convertirlo en presidente.
Al exponer su oferta Rajoy señaló que las únicas líneas rojas eran la unidad de España y la soberanía nacional. Para mostrar actitud constructiva dijo que podría ceder en cuestiones programáticas y puso como ejemplo, la reforma laboral y la ley de educación. Quedé de piedra. Para repetir mandato anima a Sánchez a enviar a la papelera los dos grandes proyectos de su primera legislatura. Ahora ya está claro que para Rajoy la única línea roja es el sillón presidencial.