Pablo Iglesias ha presentado el programa de gobierno que negociará con el PSOE. En el documento destacan dos aspectos, el carácter irrenunciable que otorga al referéndum de autodeterminación de Cataluña y la detallada descripción del organigrama del futuro gobierno, en el que se reserva la plaza de vicepresidente para Pablo Iglesias, con control directo sobre el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). En el organigrama se contempla un Ministerio de la Plurinacionalidad que será el encargado de “impulsar el proceso de referéndum en Cataluña, como objetivo en la primera etapa del gobierno, y cualquier otro proceso de consulta y referéndum en aquellas naciones que lo hayan planteado con especial intensidad”. El texto no tiene desperdicio. En un gobierno de coalición con Podemos, España puede quedar reducida a un país de geografía irreconocible, con una población de treinta y pico millones de habitantes. Supongo que a partir de ahí se iniciará el proceso de regeneración democrática y lucha contra la corrupción. Podemos habla de rescatar a los ciudadanos y nos deja a los demás la tarea de rescatar el mapa de las dentelladas del fundamentalismo nacionalista y el desvarío de aquellos que denominan “régimen de 1978” a nuestra democracia. Me gustó especialmente la solución aportada por los politólogos de Podemos (Iglesias, Errejón, Bescansa) para distinguir qué naciones tienen derecho a la autodeterminación y cuales deben quedar encadenadas a la España centralista, borbónica, y desahuciadora. Hace falta pedirlo con “especial intensidad”. Los presidentes autonómicos interesados deben organizar caceroladas diarias para que el ministro de la Plurinacionalidad mida los decibelios y les otorgue el derecho a poner urnas y alcanzar el estatus de república independiente (los muebles ya los pondrán los socios nacionalistas).
Pablo Iglesias tiene poco margen de maniobra sobre el derecho de autodeterminación, porque Ada Colau no transige. Si se muestra tibio, la alcaldesa de Barcelona puede arrebatarle el liderazgo de la izquierda informal, al igual que hizo Julio Anguita en IU desde el pedestal de la Alcaldía de Córdoba. Si el derecho a decidir no es negociable tendremos elecciones el 26 de junio y gobierno para San Mateo, según cálculo optimista de especial intensidad. Por eso Iglesias presentó un programa electoral, no un guion para un gobierno de coalición. Qué tomadura de pelo.