Ley de Transparencia y Buen Gobierno. Por ese cabo quería Javier Fernández aflojar el nudo que le aprieta. Un tema amable, de perfil bajo, que si no se cometen dislates mayúsculos se puede consensuar con la oposición. Un buen argumento para rebajar la tensión con Podemos.
TRANSPARENCIA
Ni por esas. Daniel Ripa y sus compañeros no mordieron el anzuelo. La oficina para luchar contra la corrupción, contemplada en la ley, es para Ripa un nuevo chiringuito, cuya finalidad no es luchar contra la corrupción, sino ocultarla. Al secretario general de Podemos le parece una provocación que el canal abierto para recibir denuncias de particulares no contemple el anonimato. Con semejante planteamiento el denunciante puede acabar como denunciado.
En la Junta General del Principado, las espadas siguen en alto y la unidad de la izquierda no pasa de ser un desiderátum.
PGO
En el Ayuntamiento de Gijón reina la concordia, desde Foro y Xixón Sí Puede, hasta PP, IU y Ciudadanos, sin pasar por el PSOE. El Plan General de Ordenación (PGO) es cosa de cinco grupos. En el Pleno del Ayuntamiento se aprobará todo lo que el quinteto de partidos comparte y el resto quedará fuera. Tenemos el PGO posible, dejando fuera grandes ideas que no superarían la prueba de las votaciones en el Pleno. Si le preguntamos al ciudadano medio, seguro que prefiere la playa verde de El Rinconín, a una nueva entrega de los adosados (“los acosados”) de El Rinconín.
Lástima que el PSOE se haya acogido a disculpas para no ampliar el consenso. Sentir nostalgia de los suelos urbanizables desaparecidos no ayuda a ubicarse en el presente.
Pero en Gijón no todo es paz y calma. Las nubes de carbón de El Musel sobre la ciudad han colmado la paciencia de la alcaldesa, y los gestores portuarios, pillados en falta grave, han decidido que la mejor defensa es un buen ataque, acusando a Carmen Moriyón de no haber planteado alternativas a las nubes negras en el consejo de administración de la Autoridad Portuaria, de no haber propuesto alguna partida en los presupuestos de El Musel para paliar el problema, y de practicar el peor populismo. De traca.
EL MUSEL
Si la alcaldesa de Gijón se dedica a diseñar medidas para evitar que el carbón llueva sobre la ciudad, ¿qué hacen todos los cualificados técnicos del puerto? Si la alcaldesa confecciona los presupuestos de El Musel, ¿a qué se dedican sus ejecutivos, empezando por el presidente y el director que tienen dedicación exclusiva?
La clave del ataque portuario está en la referencia al “peor populismo”. Ahí se delatan: el aparato del partido se instaló en El Musel. Venimos de un mandato portuario, breve y lamentable, y ahora pasamos a otro de rearme ideológico. Algo verdaderamente exótico, porque estamos hablando de El Musel, el clásico mundo de los ingenieros de caminos. Y vienen estos y hablan con el argot y las trapacerías de los diputados en el Parlamento.
Para sacar conclusiones, veamos la película entera. El sábado 6 de febrero, la nube negra deposita carbón sobre Gijón. El lunes, día 8, ante la falta de información, desde la Alcaldía de Gijón preguntan a la Autoridad Portuaria, que anuncia el envío de un informe. El miércoles, día 10, llega el informe; por el encabezado se ve que lo habían redactado para el Principado y ya se lo habían remitido. El 80% del texto es un parte meteorológico.
Al día siguiente (jueves), la alcaldesa llama al director general de El Musel, José Luis Barettino, y le dice que quiere visitar el puerto el viernes para valorar “in situ” el problema. El director le dice que no es posible, que no tiene hueco en su agenda. ¿El lunes, entonces? Tampoco es posible.
Los mismos que le piden a la alcaldesa soluciones técnicas para evitar la nube de carbón, y enmiendas presupuestarias para atajar el problema, le impiden el paso a las instalaciones portuarias. La alcaldesa de Gijón no puede visitar el puerto del que es vicepresidenta. Qué fuerte.
Vamos con la nube de carbón. El pasado otoño, en la Junta General del Principado, la consejera, Belén Fernández, anunció alborozada que el nuevo presidente de la Autoridad Portuaria tenía ideas novedosas para evitar la lluvia de carbón. Como primicia, anunció dos: la concentración de todo el carbón en la EHBI, trasladando hasta allí el que está almacenado en Aboño, y la construcción de edificios.
En las siguientes reuniones de la comisión de seguimiento de la calidad del aire, afloró la realidad: renuncia expresa a trasladar el carbón, por su coste; se va a pavimentar una pequeña parte del puerto para apilarlo (tan pequeña que sólo presupuestaron 200.000 euros) y se construirán dos pequeñas pantallas. Nada de levantar edificios.
A pesar de ello, cada vez el aire de Gijón tiene mejor calidad, así lo dicen las máquinas de Belén Fernández. En 2014, sólo 34 días estuvieron las partículas Pm10 por encima del nivel admitido. En realidad, el balance aún es mucho más optimista, porque hay que restar la influencia del aire del Sur, “la intrusión sahariana”, y el aerosol marino (ata esa mosca por el rabo), y el resultado es tranquilizador.
Con todo desparpajo, la consejera les dice a los vecinos que controladas las partículas PM10, la salud no peligra. Y remacha: el carbón molesta, pero no daña.
Ahora viene lo mejor. La causa de tanta contaminación en la zona oeste de Gijón es el intenso tráfico de coches por La Calzada. ¿Han adivinado quién lo ha dicho? ¡Premio!