La semana va a estar centrada en el debate de investidura. El PP va a cargar con toda la artillería contra el pacto, PSOE-Ciudadanos. Desde las elecciones, el papel jugado por el partido ganador fue muy insatisfactorio. Sólo supieron repetir hasta la extenuación que debían gobernar por haber ganado, proponiendo como fórmula el acuerdo con PSOE y C`s. Los socios hay que seducirlos, no basta con nombrarlos para que éstos acepten. Nunca se llegó a un gobierno de coalición negándose a estrechar la mano al líder de otro partido. Rajoy no se molestó en adelantar los puntos principales del programa de un hipotético gobierno de coalición; se limitó a decir que PP-PSOE-C’s forman una mayoría absoluta que defiende los valores constitucionales y, a renglón seguido, empezó a criticar a sus pretendidos socios. En paralelo a todo lo anterior, los españoles pudimos conocer nuevos capítulos de la corrupción del PP, sin que Rajoy fuese capaz de tomar medidas. Después de todo lo conocido, el presidente del partido no ha sido capaz de pedirle a Rita Barberá que entregue su escaño en el Senado.
En el debate parlamentario el PP no va a salirse del guion fijado: leña para el pacto y para sus adalides. El final de la función le va a dejar en incómoda compañía, al sumar escaños con Podemos para frustrar la investidura. Sánchez y Rivera arriesgan cuando pactan y Rajoy e Iglesias pierden imagen cuando censuran.
Esta semana termina el primer acto de la batalla postelectoral. Caído el telón, y escuchados los pitos, empezará el segundo acto. Vamos hacia una guerra larga de desgaste. El PP, como el resto de partidos, tendrá que sacar conclusiones. Si se llega a alguna fórmula de compromiso que evite la repetición de elecciones, será con cesiones extraordinarias por parte de los partidos que formen la mayoría de gobierno. Cesiones muy superiores a las realizadas hasta ahora. Hay un porcentaje altísimo de probabilidades de que Rajoy no sea presidente. Pero el PP tiene posibilidades de gobernar. El arma para pactar puede ser reemplazar a Rajoy. Los dirigentes del PP recurren a un símil ajedrecístico: “sólo apartas la reina si puedes ganar la partida”. Como no saben nada de ajedrez se expresan con torpeza (en el ajedrez no hay reina, sino dama; y nadie aparta la dama para ganar la partida, en todo caso la sacrifica). El problema es que esa decisión le corresponde a Rajoy, que puede optar por el adelanto electoral. Y seguir vivo.