Segunda votación de investidura para dejar rechazada la candidatura de Pedro Sánchez. El debate previo a la votación fue un resumen del celebrado el pasado miércoles. Sánchez criticó a Rajoy al optar por el bloqueo y el desgobierno. Volvió a sacar a relucir el rechazo del presidente en funciones al encargo del Rey y calificó su postura de huida de la responsabilidad institucional. Señaló que su candidatura busca evitar las elecciones anticipadas y sacar a Rajoy de la Moncloa. Rajoy volvió al argumentario: fraude, engaño, comedia, farsa. Lo más llamativo es que a continuación llama a formar una alternativa de gobierno con los fraudulentos, mentirosos, teatreros y farsantes. ¿En qué quedamos? ¿Es desdeñable Pedro Sánchez, como candidato a la Presidencia, pero se convierte en adecuado si respalda la alternativa de Rajoy? Contradicciones de un señor de Pontevedra que anda por la escalera subiendo y bajando. Pablo Iglesias arrancó su intervención hablando del beso ruso que intercambió con el camarada de Comprimís. Es curiosa la propensión de los dirigentes de Podemos por convertir anécdotas en sustancia. Al ver la repercusión mediática que tuvo su gesto, se recreó en él, alborozado; con ese prólogo quedó clara la falta de contenido de su discurso. Iglesias habló de un “gobierno a la valenciana”, en un momento en que Valencia no pasa por su momento político más brillante. Habló del gobierno del beso o de la leyenda del beso, como aquellas ñoñas y zarzueleras canciones de Mocedades. Ahora recuerdo que en algún espacio televisivo de entretenimiento vi a Pablo con guitarra en mano. Albert Rivera cerró el cuarteto de los grandes con andanadas a Pablo Iglesias comparando el papel jugado por el Partido Comunista en la transición con el rol de Podemos en esta nueva etapa política.
Todo lo anterior queda en segundo plano ante el show de Patxi López. El presidente de la Cámara sigue son su estilo de moderador enrollado de club juvenil. Llegó de Portugalete con el objetivo de quitar seriedad y pompa a la Cámara para hacerla más atractiva. Y lo ha logrado. Los diputados le toman el pelo pidiendo hablar por alusiones y él sube y baja el volumen del micrófono según quien se lo pida. Con Patxi López la sesión carece de guion. El moderador trata de aparentar tranquilidad, mientras su código gestual (la famosa ceja de López) gana en movilidad desmintiendo su confesión. Ni con esa ayuda superó Sánchez los 130 apoyos.