La clausura del congreso provincial del PP de Pontevedra se convirtió en un acto de desagravio a Mariano Rajoy, recientemente declarado persona “non grata” por el Ayuntamiento. Tras referirse los oradores a Rajoy, como la “mejor marca local para exportar Pontevedra al mundo” (yo creía que era más exportable la imagen de la ría de Pontevedra, pero habrá que aceptar que Mariano resulta más atractivo para los japoneses), el presidente del Gobierno puso la guinda al acto: “voy a conseguir que me retiren esa condecoración”. Sólo se puede lograr recuperando el PP el control de la corporación municipal, porque como la mayoría de la institución siga en manos del Bloque Nacionalista Gallego, las Mareas y el PSOE, todavía puede sufrir más humillaciones.
Por muy importante que sea el congreso provincial, cuando Rajoy se pone delante de un micrófono se espera que aborde el problema de la gobernabilidad en España que pasa porque algún líder político tenga el respaldo del Congreso de los Diputados en el pleno de investidura. Sobre este asunto gira la política española desde el pasado 20 de diciembre. Rajoy no dio nuevas pistas, limitándose a repetir la postura oficial del PP que es de sobra conocida ya que la llevan propagando sus dirigentes desde las pasadas Navidades. Se limita a dos enunciados: debe gobernar el PP por haber sido el partido más votado, correspondiéndoles la Presidencia a su candidato; el gobierno debe estar formado por PP y PSOE, al ser lo más sensato. Es cierto que desde 1977 siempre gobernó el partido que ganó los comicios, pero no fue así porque existiese una norma que lo determinase, ni por “fair-play” de la oposición, sino porque en todas las citas electorales el partido ganador y sus aliados conformaron una alternativa que obtuvo más apoyos que votos en contra. En este caso no se cumple. El PP y Rajoy están aislados. No superan los 123 escaños, mientras que PSOE y Ciudadanos ya suman 130, y si un día se une la izquierda superará los 160. El asunto afecta particularmente a Rajoy, al concitar su persona más rechazo que el PP. De ahí que el presidente en funciones diga todos los días que el partido debe mantener la unidad y la independencia para evitar debates que cuestionen la conveniencia de mantener su candidatura a presidente. Para Rajoy gobernar con el PSOE es lo más sensato, pero Pedro Sánchez es un chisgarabís si no acepta. El planteamiento hace aguas por todos los lados.