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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA BALADA TRISTE DEL PP

En la época de las auditorías, cuando todo se mide, se compara, se valora, sería bueno que alguna institución o empresa hiciera un estudio que nos dijera qué parte de nuestros males se puede imputar a la clase política.
La enfermedad asturiana tiene muchos síntomas, desde el mayor índice de mortalidad de España y el menor de natalidad, hasta la más baja creación de empleo de la nación, el liderazgo en terminales portuarias sin estrenar, el peaje más caro para comunicar con la Meseta, el descenso más acusado del número de alumnos universitarios, los que tenemos más minas abandonadas, los que sufrimos más nubes de carbón, los números uno en muertes voluntarias, los más entrenados en acumular basura en superficie, los que menos renovamos el estamento oficial, los más lentos construyendo túneles ferroviarios, los que tenemos más corrupción sin adjudicar (por cierto, en el juicio del “caso Renedo”, con una acusación particular como la del Principado, los que toman asiento en el banquillo no necesitan defensa), los que tenemos menos prisa en utilizar trenes suburbanos, los más valientes inaugurando infraestructuras sin terminar, los eternos ganadores en competiciones sin rivales. Cielo público e infierno privado.
¿Qué cuota de responsabilidad le corresponde a la clase política en todo ese medallero? Hay asuntos que tienen poco que ver con diputados, consejeros, alcaldes y concejales. Verbigracia: la baja natalidad. Javier Fernández propuso en las dos últimas elecciones autonómicas un pacto de Estado sobre la demografía.
Es cierto que es un problema mayúsculo que cierra las puertas del futuro para Asturias, porque sin capital humano quedamos reducidos a puro paisaje. A paisaje abandonado que es una de las imágenes más deprimentes de cualquier territorio. Pero no se me ocurren medidas para estimular la natalidad desde el Principado, descartada la posibilidad de darle una fuerte suma de dinero a las parejas que procreen. La solución sería el empleo, pero esa es una carencia básica nuestra. Al Principado tampoco se le ha ocurrido nada, hasta la fecha.
CULPAS
Pero otros males son atribuibles a nuestros representantes. Pongo un ejemplo. Durante una docena de años nos tocó una lotería extraordinaria: los fondos mineros. Miles de millones de euros desperdiciados, financiando tinglados inútiles, trazando autovías sin coches, perdiendo ceros entre la burocracia. Ese desastre es enteramente imputable a quienes nos gobernaron.
Aunque sólo fuera por los años que llevan en el poder, de la cuota de desastre regional la mayor parte se debe adjudicar al Partido Socialista, que tiene un poder similar al del PNV en el País Vasco, sólo que allí les va bien y a nosotros nos va mal. Se les fue agotando la imaginación y, en la actualidad, carecen de capacidad de hacer propuestas y limitan la acción el gobierno al pago de nóminas.
Ahora bien, la moneda de la incompetencia tiene una cara socialista y una cruz de derechas. Con un PP distinto, similar al de otras regiones, el PSOE habría pasado bastante tiempo en la oposición.
El problema del PP asturiano no es ya que no gobierne, es que ni siquiera es alternativa. Dos veces le dieron los electores la oportunidad de gobernar a la derecha, una vez encabezada por Sergio Marqués y la otra por Álvarez-Cascos. Las dos fueron frustradas por el papel activo del aparato del PP contra el gobierno. Si se hiciera un análisis objetivo se podría concluir que la actuación del PP en las instituciones estuvo regida, durante toda la etapa autonómica, por la idea de sostener al PSOE en el poder. No sé si siempre fueron conscientes de ello, pero lo cierto es que lo consiguieron.
GIJÓN
De todas las historias de la derecha regional, la más triste es la del PP gijonés. No tuvo ni un día de gloria. Perdió en todas las citas electorales frente al PSOE. Y cuando le tocó vencer a la derecha el ganador fue Foro, con el PP en mínimos históricos: menos de un concejal por cada 100.000 habitantes.
El último batacazo electoral vino precedido de un hecho insólito: la anulación de su congreso por sentencia judicial. El aparato había hecho trampas para que ganara el candidato oficial. Una actuación muy burda que no sirvió, sin embargo, para que se arrepintieran. Volvieron a convocar congreso, con un censo donde los muertos votaban en pie de igualdad con los vivos, y con una exigencia de avales disparatada que sólo tenía como objeto llegar a las urnas con candidato único. Así nació el liderazgo de Manuel Marín.
Los tribunales acaban de anular el congreso, pero el aparato quiere ganar tiempo, apelando, para evitar el recurso de la comisión gestora, una herramienta utilizada durante 19 meses, cuando se retiró Fernández Pardo, que no sirvió para nada. Un tiempo en blanco.
La responsabilidad del desastre gijonés alcanza a Mercedes Fernández, porque ella fue la que optó por la comisión gestora, la que puso a Fernández-Ahuja al frente de la misma, la que eligió a David González Medina, como jefe del partido -echándole narices-, y la que puso al frente de la Junta Local a Manuel Marín. Para hacer las cosas peor hay que recurrir a un concurso de ideas.
El centro-derecha en Gijón es Carmen Moriyón. El día que se vaya volverá a gobernar el partido único.

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por JUAN NEIRA

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