Salvo sorpresa mayúscula, en el aniversario del levantamiento del Dos de Mayo (máxima expresión de patriotismo popular) el Rey firmará el decreto que disuelve las Cortes Generales y se iniciará la cuenta atrás para la celebración de las elecciones legislativas. El fracaso del Parlamento –más exactamente de los líderes parlamentarios- se habrá consumado y quedará para la Historia el análisis de la legislatura más breve de la democracia.
En este momento es difícil emitir juicios categóricos sobre la valoración que hace el electorado de las actuaciones e inhibiciones de unos y otros. ¿Fue rentable para Rajoy mantenerse cuatro meses de perfil bajo?¿Le tuvo cuenta a Sánchez escenificar el fallido rol de presidente? ¿Será recompensado Rivera por su papel de perejil de todas las salsas?
PABLO IGLESIAS
Tengo dudas sobre las respuestas, pero me atrevo a afirmar que el dirigente que sale con la imagen más dañada es Pablo Iglesias. En Navidades ponía como condición de negociación el reconocimiento del derecho a decidir de Cataluña. Al ver que nadie picaba a la puerta, rebajó su ambición y dijo que negociaría con el PSOE si excluía a Ciudadanos. Posteriormente, al comprobar que sus exigencias sólo servían para dejar aislado a Podemos, anunció una mesa de diálogo de la izquierda (PSOE, IU, Podemos y confluencias de Podemos) con tan mala pata que al día siguiente de la primera reunión presentaron Sánchez y Rivera su acuerdo bilateral con pompa y circunstancia. El broche de hierro a la cadena de errores fue el inicio del “ménage à trois” entre Podemos, PSOE y Ciudadanos, interrumpido por Pablo Iglesias a las veinticuatro horas de comenzar tan excitantes contactos.
Los bandazos de Pablo Iglesias han arrastrado a la baja las expectativas de Podemos. Una situación que puede dar un vuelco por la vía del acuerdo electoral con IU. El fracaso de los cuatro partidos (PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos) inmersos en negociaciones para elegir presidente ha beneficiado a IU, que recoge el desafecto hacia Podemos y a un sector de desengañados del PSOE. Las encuestas otorgan al partido de Alberto Garzón una cuota electoral cercana al 7% (más del doble que unos meses atrás).
Una candidatura Podemos-IU sería la única novedad de la oferta electoral ante los próximos comicios. El tándem tendría como objetivo liderar el campo de la izquierda y poder encabezar una alternativa de gobierno.
IU podría explorar la posibilidad de mantenerse como fuerza autónoma, dado que el tsunami de Podemos tuvo lugar en diciembre y sobrevivió a la gran ola, pero Alberto Garzón es un firme defensor de la convergencia con el grupo de Pablo Iglesias. Siempre me llamó la atención el escaso apego que tiene Garzón al patrimonio de IU y la fe que deposita en la fusión de siglas. Comprendo que Julio Anguita, con el resentimiento de la edad, crea más en Podemos que en IU, pero un joven de 30 años debería pensar de otra manera.
La apuesta de Podemos coincide con la política de Garzón, así que para llegar a una candidatura unitaria no hace falta retorcer los discursos ni la práctica política.
EL PRINCIPADO
En Asturias, la propuesta de unidad choca con la dinámica de la izquierda regional. Los dos partidos encuentran serias dificultades para aceptarla. IU tiene una penetración institucional muy superior al resto de España. En las pasadas elecciones autonómicas (mayo 2015) obtuvo 9 diputados entre todas las comunidades autónomas, 5 de ellos fueron en Asturias. Cuenta con más diputados en nuestra región que en las otras dieciséis comunidades juntas. IU posee capital político propio que le libra de sentir la urgencia de coaligarse ante las urnas.
A una base electoral diferente se suma una línea política distinta, que pasa por una larga historia de entendimiento con el PSOE. La hegemonía política de la izquierda en Asturias se basó durante tres décadas en la alianza PSOE-IU.
Por su parte, Podemos en Asturias se mantiene fiel a la filosofía originaria de esta fuerza política, basada en la transversalidad y el rechazo a entender la batalla política como una pelea entre izquierda y derecha.
El grupo de Daniel Ripa y Emilio León no creen en las etiquetas políticas (“izquierda”, “derecha”) y prefiere guiarse por los hechos. Adoptado ese punto de partida, el choque con los que gobernaron Asturias desde hace más de tres décadas resulta inevitable.
Guste o disguste la política de Podemos, echar la culpa de los males asturianos a la derecha resulta propio de cínicos o enajenados. No es que la derecha asturiana sea benefactora, es que apenas tuvo responsabilidades de gobierno.
Este punto divide a los círculos asturianos del gran jefe, Pablo Iglesias. Con el desparpajo de los líderes sin contrapesos, Iglesias pasó de atacar a la casta (PSOE, PP, banca y empresarios) a defender el dogma de la izquierda, como reino de los buenos. Su veto a Ciudadanos estuvo sustentado en que es un partido de derechas. Justo lo contrario de lo que decía hasta hace un año, que abominaba por igual de la izquierda que de la derecha, del PSOE que del PP. No consta que haya dado ninguna conferencia en la Universidad para explicar tan prodigioso cambio.