Tercera y última ronda de consultas del Rey con los líderes políticos para ver si hay posibilidades de proponer a un candidato con visos de obtener la mayoría de investidura. En la primera ronda Rajoy contestó que no estaba preparado. En la segunda ocasión el presidente en funciones volvió a decir que no contaba con apoyos recayendo la responsabilidad sobre Pedro Sánchez. El líder socialista aceptó el encargo y acudió al Congreso de los Diputados respaldado por su pacto con Ciudadanos. Había una probabilidad entre mil de que el intento acabara bien, ya que sólo contaba con 130 escaños, pero Pedro Sánchez hizo un papel digno, así como Albert Rivera que apoyó el programa de los dos grupos en la mejor intervención del debate (más de media hora sin leer). La tercera ronda parece de trámite porque todos los partidos actúan ya en clave electoral. El Rey cumple el mandato constitucional en unas circunstancias difíciles, tras un bloqueo político prolongado y con el agravante del atípico papel jugado por Rajoy, que todos los días dice que es el único legítimo aspirante a la Presidencia, pero cuando tuvo ocasión de ejercer ese papel dio un paso atrás con la secreta pretensión de bloquear el proceso y forzar la gran coalición (PP-PSOE). Felipe VI no entró en maniobras extrañas y le pasó el encargo a Sánchez.

Vísperas de un mayúsculo fracaso que se deberá repartir entre todos los partidos en proporción a su peso en la Cámara. Difícil de entender que PP y PSOE no se hayan puesto de acuerdo cuando coinciden en casi todo, salvo las interesadas diferencias de los últimos meses, como la derogación de la Ley de Reforma Laboral. La radical incompatibilidad declarada por Sánchez con el PP debería reservarla para grupos antisistema como ERC, Democracia y Libertad o Bildu. Más contradictorio aún Rajoy, que preconizaba la gran coalición y cuando tantearon su disponibilidad a incorporarse al acuerdo del PSOE y Ciudadanos, rechazó la entente y se mofó del pacto. ¿Qué decir de Pablo Iglesias? Imposible una estrategia más errática y un comportamiento personal más ridículo, con besitos rusos para sus amigos de las “confluencias” y absurdas soflamas parlamentarias. Este señor no distingue entre las redes sociales y el Congreso de los Diputados, y tiene el valor de acusar a los periodistas de confundir una rueda de prensa con un “espacio universitario”. Cuando se pone así de cursi dan ganas de cantarle el Gaudemus Igitur.