Las elecciones del 20 de diciembre las ganó el PP, pero de las urnas no salió ningún vencedor. Tras más de cuatro meses de forcejeo todos los partidos políticos lograron su objetivo mínimo: que el rival no forme gobierno. La larga disputa terminó en empate, propio de una tierra en la que se trabaja más por evitar el éxito ajeno que por lograr el triunfo propio. Nadie asumió riesgos, salvo Albert Rivera, saliéndose de su espacio natural del centro-derecha para pactar con el PSOE. Veremos si ese movimiento cuenta como mérito o pesa como traición. El resto de partidos evitó los compromisos y sólo puso interés en establecer vetos, dejando que el paso de los días pusiera fin al impasse.
A última hora surgió un intento pintoresco, lanzado por Compromís, un partido de ámbito regional que forma parte del llamado “gobierno a la valenciana” que puso Podemos como modelo de gobernanza para toda España. En Compromís hicieron un listado de propuestas, de manera sumaria, y muy alejadas de lo que necesita España. El PSOE hizo inmediato acuse de recibo y dio el visto bueno a 27 iniciativas, dejando otras tres a expensas de modificaciones. Al programa de los valencianos, el PSOE añadió su particular visión del gobierno que debería desarrollar las propuestas: equipo monocolor socialista con algunos ministros independientes. Ahí se acabó el intento. Pablo Iglesias no tomó en consideración la propuesta, ya que nunca contempló apoyar a un gobierno sin formar parte del mismo. Probablemente lo más disparatado de este largo periodo de negociaciones fue aquella iniciativa del líder de Podemos que ofreció una coalición al PSOE, reservándose una vicepresidencia para sí mismo y poniendo bajo su férula, el área de economía, la Policía y Centro Nacional de inteligencia. Muy preocupados por el rescate ciudadano, pero cuando toca escoger parcelas de poder no se pierden por las ramas y reivindican el tronco del árbol.
El último intento, descabellado y absurdo, terminó igual que los anteriores, atacado por los que deberían defenderlo, sin tener la posibilidad de ser contrastado en el Parlamento. Fracaso sin paliativos. Nadie se querrá responsabilizar del mismo, pero es evidente que la culpa está repartida y es proporcional al número de escaños de cada grupo. Para junio el guion de campaña ya está servido. Va a consistir en hacer un repaso de todo lo que hicieron los rivales en el largo y frustrante periodo postelectoral.