Pablo Iglesias le ha ofrecido a Pedro Sánchez formar una candidatura conjunta al Senado para impedir que el PP tenga mayoría en la Cámara alta. El secretario general del PSOE rechazó la invitación argumentando que los socialistas tienen un proyecto político autónomo y distinto al de Podemos. Recordó que Pablo Iglesias ya tuvo ocasión de desalojar al PP del poder, pero prefirió votar “no” cuando Pedro Sánchez solicitó el voto del Congreso de los Diputados para ser presidente.
La izquierda, en su conjunto, debería ser muy cauta al valorar los beneficios de presentar candidaturas conjuntas entre grupos heterogéneos, como son el PSOE y Podemos, que discrepan en todo, desde la visión sobre Europa hasta la valoración de la economía de mercado, pasando por el gasto público y la corrupción. El último experimento a gran escala realizado en esa dirección fue el acuerdo entre PSOE e IU para las elecciones generales de marzo de 2000 que se saldó con la pérdida de tres millones de votos (1,6 millones se le quedaron en el camino a los socialistas y 1,4 millones a IU). Gracias a esa entente, la derecha tuvo por primera vez mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, y los dos partidos de izquierda cambiaron de líderes: marcharon Joaquín Almunia y Francisco Frutos y fueron sustituidos por Zapatero y Llamazares. También aquella alianza se hizo en nombre del progreso y tenía como objetivo inmediato desalojar a Aznar del poder. Lo que son las cosas, en la misma noche electoral ya desalojó Almunia su despacho de secretario general.
Antes de las elecciones, Pedro Sánchez no puede hacer ningún guiño a las candidaturas radicales porque se queda sin el voto del centroizquierda, que fue lo que le pasó a Almunia en el año 2000. El PSOE sin el voto del centroizquierda es una IU con michelines. Tiempo tendrá después de los comicios para rectificar -donde dije Diego digo digo-, y empezar la danza de las alianzas en todas las direcciones. Un error propio de parvulario es creer que la unión de siglas equivale a la suma mecánica de votos. Colocar a Garzón de quinto en la lista de Madrid y suponer que toda la parroquia de IU va a votar la candidatura de Pablo Iglesias, Bescansa, Errejón y no sé quién más, me parece un cálculo muy optimista. Más interesante va a ser el experimento asturiano, porque si la alianza de Podemos e IU no logra un tercer escaño, Orviz y compañía tendrán el meritorio y loable papel de cualquier donante de sangre.