En la carrera hacia las urnas Podemos sale con un cuerpo de ventaja sobre el resto de fuerzas políticas. Los errores de Pablo Iglesias en los meses pasados, que son la causa del descenso en las encuestas, quedan compensados con dos hechos afortunados: la unidad electoral con IU y la oferta de formar una candidatura con el PSOE al Senado. Empecemos por lo más obvio.
Unidos Podemos supone un triunfo para el partido de Pablo Iglesias. El acuerdo se ha logrado bajo sus premisas. No es un pacto entre iguales, ni siquiera entre un socio grande y otro pequeño, sino la introducción de una fuerza política en las candidaturas de otra, renunciando a su nombre e identidad.
LA RENDICIÓN
El detalle más demostrativo de la rendición de IU ante el fulgor de Podemos es la ubicación de Alberto Garzón en el quinto puesto de la lista madrileña. Un pacto de esta naturaleza debería ser rubricado en Madrid con una candidatura encabezada por los dos líderes, formando tique. Pretextar que el dogma de la cremallera (chico-chica-chico-chica) no admite excepciones es sencillamente ridículo.
La ubicación de Garzón no es ni siquiera atribuible a la dictadura de lo políticamente correcto, ya que aceptó ser precedido por Iglesias, Bescansa, el niño de la Bescansa, etcétera. Toda una humillación que da idea de la estrepitosa derrota de IU.
El capital político de IU, labrado en treinta años de brega, es transferido a Podemos, a cambio de la expectativa de obtener ocho escaños que tal vez le ayuden a sobrellevar las deudas. La principal característica de Alberto Garzón consiste en no valorar su propio partido, considerándolo un instrumento más, susceptible de ser abandonado, sustituido o alquilado según requerimientos de la coyuntura. Bien lo sabía Pablo Iglesias y por eso pisó el acelerador cuando empezaron las negociaciones. Unidos Podemos es otra forma de decir bienvenido a Podemos.
Hay otro proceso interesante, iniciado esta semana, que también tendrá repercusión en las urnas. El apoyo dado por los socialistas catalanes a Ada Colau, cuando la alcaldesa de Barcelona había quedado bloqueada con el distanciamiento de la Cup. El PSC ha puesto sus concejales a disposición de Ada Colau para aprobar el presupuesto municipal y en las próximas semanas se integrarán en el equipo de gobierno.
En términos políticos, Ada Colau es la figura más representativa de la izquierda radical, en España, tras Pablo Iglesias. Es un exponente muy cualificado de la izquierda que crece al lado del PSOE, con pretensión de engullirlo. IU sería el entremés del banquete. El movimiento del PSC es de gran calado político y daña las expectativas de Pedro Sánchez porque es un movimiento en la línea del gobierno a la valenciana. El PSC no va a poder alterar ni un milímetro el proyecto soberanista y con su apoyo institucional refuerza la figura de Ada Colau.
GRIETAS EN EL PSOE
Más claro aún es el paso dado por Ximo Puig, presidente valenciano del PSOE, al proponer una candidatura conjunta al Senado con Podemos y Compromís (una escisión de IU). Nada más rechazar Pedro Sánchez la oferta de Pablo Iglesias de formar un frente común para la Cámara alta, Ximo Puig proponía la misma alianza desde la comunidad valenciana. La posterior rectificación no impide constatar las grietas que aparecen en el proyecto socialista.
La doctrina del gobierno a la valenciana se abre paso en el PSOE. El núcleo de esa entente es el acuerdo PSOE-Podemos. El Comité Federal de los socialistas se ha opuesto a esa alianza por dos razones: por discrepancias de fondo (papel de la Constitución, referéndum de autodeterminación) y por no considerar fiable al partido de Pablo Iglesias como socio de gobierno. Pero el mensaje de la unidad de la izquierda, que se basa en el pacto PSOE-Podemos, se infiltra en las filas socialistas. ¿Por qué?
Llegamos al punto clave. A mí juicio es un efecto rebote de la estrategia que puso en circulación Pedro Sánchez antes de las pasadas elecciones y en las negociaciones postelectorales. El jefe de los socialistas divide el abanico político en dos bandos; en uno estaría el PP y en el otro todos los demás partidos. Para Pedro Sánchez la primera exigencia democrática en España es desalojar a Rajoy de la Moncloa. Vencer al PP es recuperar las libertades. Para lograr esa meta vale todo, empezando por la alianza de los opositores. En ese marco es muy difícil evitar que se vea a Podemos como socio estratégico del proyecto.
Pedro Sánchez está debilitado. Convocar una cumbre socialista en Madrid y que la mitad de los líderes autonómicos no acudan por pretextos de agenda es muy elocuente. Los fichajes de Margarita Robles y Josep Borrell son un intento de ir a las elecciones con la colonia de Felipe González. Solidez, experiencia, sentido común, todo lo que le falta a Sánchez y a su equipo.
En Asturias, las cuitas entre las izquierdas constituyen el principal centro de interés de la campaña. Las expectativas en las elecciones están volcadas en el pulso entre PSOE y Unidos Podemos. La victoria socialista crearía problemas en IU, que se quedaría sin escaño, reforzando el discurso de Gaspar Llamazares. En el supuesto contrario, la ganancia del tercer escaño por Unidos Podemos dejaría al PSOE con un diputado. Un escaño entre ocho. Lo nunca visto. De darse ese supuesto la FSA tocaría fondo.