Por el logo de las papeletas electorales sabemos que las siglas de IU serán visibles a los ojos de los votantes. Algo es algo. La candidatura, Unidos Podemos, parece el lema de la campaña del partido de Pablo Iglesias reclamando la unidad para convertir a Podemos en partido de gobierno. Nadie advertirá la huella de IU en el nombre elegido para formalizar la candidatura conjunta. Sin embargo, en las papeletas no le ha quedado otro remedio a Podemos que incorporar las siglas del socio. Ocultar IU es sinónimo de pérdida de votos: en Asturias fueron más de 50.000 y en España más de 900.000. El proceso de convergencia entre Podemos y las “confluencias” (la semántica desvela el verdadero significado: el río es Podemos, mientras que IU, Equo, “mareas”, Compromís, etc, son los afluentes) se gesta con evidentes errores, aunque las ganas de sumar fuerzas se imponen. Resulta que Julio Anguita, en un rasgo de humildad, irá el último de la lista de Córdoba. No creo que los dirigentes de Podemos se atrevan a hablar de fuerza transversal, porque Anguita no sabe de maridajes, es un tipo unidimensional. El mejor parlamentario que hubo nunca a la izquierda del PSOE en el Congreso de los Diputados. A su derecha están todos.

En Asturias todavía no se sabe cómo se va a resolver la disputa por los primeros puestos de la candidatura de Unidos Podemos. Los dos primeros escaños tienen dueños seguros, pero la cremallera se atascó en el tercero. Como siempre que los dientes cogen tela, los más impetuosos pegan tirones hacia arriba y hacia abajo agrandando el problema. Hay que recurrir a la maña, estirando la cremallera, haciendo coincidir los dientes, dejando que el sentido común enhebre la candidatura. Dejar fuera a Manuel González Orviz, coordinador general de IU, en nombre de la dictadura de lo políticamente correcto (chica-chico-chica-chico), traerá más efectos negativos que positivos. Elevar a dogma absoluto la alternancia de mujeres y hombres en una lista es un error.

Mientras la izquierda radical está atascada en Asturias, el PP da sus primeros pasos electorales con la “estelada” como argumento. Si se da el paso de impedir la entrada de una bandera independentista en un estadio hay que contar con respaldo, empezando por los dirigentes del propio partido. Echarse la culpa entre responsables de una misma organización es grotesco. El PSOE ya gastó el cohete de feria del gabinete en la sombra. A nadie impresionó.