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Juan Neira

LARGO DE CAFE

VENEZUELA Y GRECIA

Rafael Catalá viajó a Oviedo para asistir a un acto preelectoral del PP. Estas reuniones se distinguen de los mítines electorales, propiamente dichos, en que no se puede pedir el voto expresamente para un partido, ya que eso queda reservado para la campaña electoral. Es un puro formalismo, porque en precampaña es lícito atacar duramente a los rivales y decir al público que la única garantía de progreso para España es tal o cual partido, pero sin llamamientos explícitos al voto. El ministro de Justicia se atuvo al guion al descalificar a la izquierda y poner al PP como sinónimo de estabilidad y empleo.

Catalá, como Rajoy y como centenares de cargos públicos del PP, va a estar los próximos veintiocho días advirtiéndonos del peligro que corremos si gana la izquierda. La ventaja demoscópica de Unidos Podemos sobre el PSOE permite recuperar el discurso del miedo. Ya no estaríamos hablando de una izquierda tibia, socialdemócrata, sino de una izquierda radical que tiene como referencia ideológica el pensamiento de Julio Anguita. Catalá dijo que “yo no quiero las colas de Venezuela ni las bajadas de pensiones de Grecia”. En otra coyuntura, una alusión tan directa a Maduro y Tsipras no tendría ningún efecto en la campaña electoral española, pero tras las referencias elogiosas de Pablo Iglesias al régimen venezolano y al gobierno de Syriza la estrategia del PP va a dar réditos.

El discurso del miedo dominó la escena en las primeras convocatorias electorales, cuando Santiago Carrillo y Dolores Ibarruri eran la imagen del PCE. Entonces el coco era el comunismo de la URSS, y Carrillo se defendía con el invento del eurocomunismo que servía a los camaradas españoles para sacudirse de encima la hipoteca de la dictadura soviética. Posteriormente, el discurso del miedo perdió vigencia; con el bipartidismo PSOE-PP no tenía sentido hablar de amenazas antidemocráticas. Curiosamente, en los años noventa, cuando el PP, con Aznar, fue por primera vez alternativa de gobierno, Felipe González recurrió al reflejo del miedo: la derecha dura del PP iba a cargarse las pensiones. No se cumplió el vaticinio. El discurso del miedo hace que los electores busquen remedio en quien lo formula. Rafael Catalá previene al público sobre los males que acarreará un gobierno de Podemos para que el público vote en masa al PP, como medicina ante la izquierda radical. No le quitan votos a Pablo Iglesias sino a Ciudadanos y PSOE.

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por JUAN NEIRA

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