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Juan Neira

LARGO DE CAFE

CANDIDATOS, CONTROL DE CALIDAD

En los stands de la feria electoral hay tres elementos: partidos, programas y candidatos. Esa es la anatomía de la campaña. Los partidos están visibles en los logotipos que presiden los actos electorales y en todos los trabajos de logística, sin los cuales no se llegaría a millones de personas. Los partidos son la piedra angular de la trinidad laica, ya que se encargan de redactar los programas y de formar las cremalleras electorales. Los programas tienen una importancia limitada porque están destinados a ser incumplidos, como nos enseñó Tierno Galván. Los candidatos merecen un punto y aparte.
En principio son un mero brazo ejecutor de las directrices de los partidos, pero eso sólo es en teoría. En la práctica el partido confecciona las listas, pero cuando empiezan diputados y senadores a trabajar en las instituciones desaparece el control departido o es tan laxo que resulta imperceptible. Quiero decir que los grupos parlamentarios tienen un margen de autonomía importante.
Para los ciudadanos lo único que importa de la política es lo que se hace desde las instituciones (aprobación de presupuestos, normas, etcétera). El trabajo de los aparatos de partido es pura liturgia para la sociedad, a la que le resultan ininteligibles sus discursos ñoños cargados del almíbar de la ideología. A la gente sólo le afecta la actividad de gobiernos y parlamentos: desde las multas de tráfico hasta las depuradoras, pasando por las becas escolares.
LAS PERSONAS
Dijimos gobiernos y parlamentos, pero bajo ese nombre hay personas concretas, con su bagaje de cultura o ignorancia a cuestas, con su personal capacidad de trabajo o su invencible vagancia, con sus aspiraciones personales, elevadas y altruistas o materialistas e interesadas. Digámoslo en términos concretos: lo importante, lo decisorio, no es la parafernalia del Congreso de los Diputados, sino los diputados; lo relevante no es el boato del Senado, sino los senadores. Las instituciones constituyen el marco, las personas son la sustancia.
Legislatura a legislatura, mandato a mandato, el personal que ocupa los escaños se ha ido degradando. Se ve en los discursos, se palpa en los debates, sobrecoge en las entrevistas. Una cosa es que se equivoquen y otra que pisen todos los charcos.
La ignorancia pretenden taparla con citas de google, pero el problema no está en las frases concretas, sino en la estrechez de los planteamientos. El horror al fracking o a los alimentos transgénicos -cual secta que teme a las vacunas- camina en paralelo a su pretensión de prescindir de los combustibles fósiles y de las centrales nucleares en un breve lapso de tiempo. No se me ocurre otra forma más rápida de regresar a la Edad Media.
Lo mismo sucede cuando hablan de asegurar las pensiones con empleo joven, cuando hay poco empleo y, sobre todo, no hay jóvenes. Todos los problemas de la tercera edad, empezando por las pensiones, únicamente se pueden abordar con crecimiento demográfico. Con una persona de menos de 16 años por siete de más de 65 años, no hay forma de pagar las pensiones, por muy buen empleo que tenga el nieto. Ese es el panorama para el año 2028 en Asturias.
El nivel medio de congresistas y senadores es mucho más bajo de lo que aparenta, porque en plenos y comisiones sólo interviene una minoría. Luego, hay una gran mayoría que no tendría cabida en una empresa privada pero tienen escaño gracias al voto de los ciudadanos.
La gente vota pensando en hacer presidente a Rajoy, Iglesias, Sánchez o Rivera, y lo que realmente hace es convertir en diputado o senador a individuos que no han pronunciado ni una palabra en público. Una vez elegidos nos hablarán con lenguaje de gestos: aplaudiendo y apretando el botón en las votaciones. Gracias a esa actividad, blindada ante los errores, suelen hacerse dueños del escaño por varios mandatos.
FRAUDE
En las campañas electorales fían su suerte al tirón del cabeza de lista y a la credibilidad del partido, limitándose a repartir folletos en el caso de los partidos más combativos. El resto juega al golf, sueña con la piscina del Senado o compra ropa para una actividad tan expuesta como la parlamentaria. Estamos ante un fraude.
Los partidos cometen un fraude al introducir masivamente en las candidaturas a personas manifiestamente incompetentes para la responsabilidad que asumen. Las relaciones familiares, el lazo de la amistad, los vínculos amorosos, el vasallaje del militante al líder del partido, el enchufe del apadrinado, no deben ser la llave del Congreso y el Senado.
Todo el que vaya en una candidatura, máxime si está situado en lo que se conoce como “puesto de salida” (probable obtención de escaño), tiene que dar la cara. La sociedad tiene todo el derecho a exigir un control de calidad de los candidatos para que no fallen las piezas del Congreso y del Senado. La comparecencia en periódicos, televisiones y radios es el mejor test de calidad.
Ya está bien de trucos. Menos rasgarse las vestiduras por los supuestos defectos de las listas-cremallera y más guiarse por el bagaje político y la competencia a la hora de armar una candidatura. Nos están dando gato por liebre que es una forma muy antigua de corrupción.

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por JUAN NEIRA

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