Desde el inicio de la etapa democrática, el PSOE siempre se midió con el principal partido de la derecha: primero fue UCD, luego le tocó el turno al AP y en los últimos veinticinco años es el PP. Los mítines socialistas tenían dos partes, una dedicada al programa y los logros de su partido –sobre todo cuando estaba en el gobierno-, y una segunda centrada en criticar, zaherir y ridiculizar al Partido Popular. Un comportamiento simétrico al que guardó siempre el PP con respecto al PSOE. Los momentos más celebrados de los mítines siempre fueron los dedicados a despotricar contra el eterno rival. El duelo electoral, PSOE-PP, se convirtió en un clásico como el Madrid-Barça, pero sin Mesi, Ronaldo, Suárez, Benzema, Neymar, Bale, Iniesta, Modric, Pique, Ramos, etcétera. Para entendernos: más en plan tuercebotas. De todos los dirigentes que hubo en ambos grupos nadie disfrutó más que Alfonso Guerra que se ganó el pan y la fama con diatribas, tan ridículas como desaforadas, contra los representantes “de la derecha”. Una comedia a la que asistimos pasivamente como espectadores millones de españoles, con los papeles previamente repartidos (para el PP, Guerra y sus compañeros eran una amenaza para la economía de mercado), que ha servido para mantener en pie el bipartidismo, de tal forma que cuando la gente se cansaba de un partido, tenía otro a mano de recambio.
Esto duró hasta ayer. En Avilés, Javier Fernández, Adriana Lastra y Mariví Monteserín pusieron de largo el nuevo antagonismo, PSOE-Podemos. Los tres dirigentes descargaron su artillería contra Pablo Iglesias y su gente, dejando en un segundo lugar a Rajoy y al PP. El enemigo del PSOE es Podemos. Para dar este insólito giro hizo falta, previamente, que todas las encuestas revelaran que el PSOE ha descendido en el escalafón a la categoría de tercer partido, por detrás de PP y Unidos Podemos. Hace dos años, cuando se celebraron las elecciones europeas, los socialistas no se referían nunca en los actos públicos a Pablo Iglesias y su grupo, y ahora organizan mítines para convencer a los ciudadanos de que deben cambiar de opinión y volver a votar al PSOE en vez de a Unidos Podemos. En Asturias, donde la hegemonía socialista dura ya tres décadas, con dos breves paréntesis, debe resultarle muy humillante a la FSA convertirse en la oposición de Podemos. El PSOE es ya virtualmente un partido bisagra, tan pronto puede hacer presidente a Rajoy como a Iglesias.