El debate entre los candidatos a presidente de gobierno de los cuatro principales partidos estuvo condicionado por un formato muy desafortunado, con casi tantos moderadores como participantes, atados a un guión absurdo: nada más tomar la palabra, el primer moderador preguntó si estaban en condiciones los candidatos de garantizar que no habrá nuevas elecciones. Sólo un individuo que acabe de aterrizar de un viaje procedente de Marte tiene arrestos para abrir el turno de intervenciones con esa pregunta. El modelo de contienda era muy amable con Rajoy al impedir las interrupciones, lo que daba un respiro al principal destinatario de las críticas.
Aunque es habitual afirmar que los políticos son inútiles, vagos y caraduras, digamos que los cuatro se expresaron con absoluta solvencia y orientaron sus intervenciones hacia donde habían previsto. Rajoy e Iglesias estuvieron comedidos en sus intervenciones, sin apasionarse, dejando que fueran Sánchez y Rivera quienes asumieran riesgos. Ambos encabezan las encuestas de intención de voto y cultivan el perfil ganador: Rajoy, como el artífice de la reactivación que nos promete dos millones de empleos, e Iglesias, como el verdadero líder de la izquierda plural, capaz de recuperar a todos los que quedaron por el camino, con fuerte gasto social y elevación del salario mínimo hasta rozar los mil euros.
Los ojos estaban puestos en Pedro Sánchez. Las encuestas anticipan un nuevo mínimo histórico para el PSOE convirtiéndolo en el tercer partido del mapa político, por detrás de PP y Unidos Podemos. Como dice un amigo mío, sólo el PSOE baja más que el Ibex. El líder socialista repitió todas las críticas que le había hecho a Rajoy en el famoso cara a cara del pasado diciembre, cuando le llamó “no decente” y tuvo que soportar el chaparrón de: “ruiz, ruin, mezquino y miserable”. Sánchez completó la estrategia recordando que Iglesias se alió con Rajoy para impedir un gobierno de progreso. No era un mal plan, pero Sánchez no transmite credibilidad. Rivera criticó sin complejos a Rajoy e Iglesias, y con la corrupción como argumento realizó la mejor intervención del debate. Rajoy y Rivera tienen motivos para salir satisfechos, uno por minimizar daños y el otro por maximizar sus opciones. No se puede hablar de perdedores, pero el papel de Iglesias y Sánchez fue más insulso. Hay encuestas que dan ganador a Iglesias, pero en los sondeos se vota con el corazón.