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Juan Neira

LARGO DE CAFE

PRESIDENTE “A LA ASTURIANA”

En lo que va de campaña electoral las novedades han venido de la mano de dos anuncios provenientes del PSOE y Ciudadanos (C’s). Jordi Sevilla coló en las redes sociales una propuesta con el objetivo de que sea asumida por todos los partidos: dejar gobernar al candidato que reúna un mayor número de apoyos parlamentarios ¿Es esa la norma que sigue habitualmente? No, como veremos posteriormente.
La autoría de la segunda novedad corresponde a Albert Rivera al afirmar que no apoyará a Rajoy en una hipotética sesión de investidura. El rechazo es tan rotundo que no contempla siquiera la posibilidad de abstenerse ante una hipotética sesión de investidura del líder del PP. Empecemos por esta segunda iniciativa para ver, luego, qué se esconde tras la propuesta de Sevilla.
Desde que se convirtió en presidente de Gobierno, Rajoy nunca tuvo muchos amigos en el mapa político. Algunas iniciativas tomadas nada más empezar el mandato, como la ley de Reforma Laboral y la Ley de Educación (Lomce), crearon una sima entre el político gallego y el arco parlamentario.
A Rajoy no le preocupaba esa situación porque contaba con 186 diputados que le aseguraban la victoria en todas las votaciones. Con mayoría absoluta en las dos Cámaras, mejor olvidarse de la oposición.
La Lomce propició la entente de todos los portavoces contra el Gobierno del PP, con foto en la calle para hacer visible la alianza. Ahí empezó a cocinarse la nueva versión del Pacto del Tinell, creando esa sensación de apestado sobre el PP, típica de todos los cordones sanitarios, desde que Georges Clemenceau la ensayara con la Unión Soviética.
RIVERA
Desde que las elecciones europeas de 2014 apuntaran el fin del bipartidismo dando paso a un mapa político basado en cuatro fuerzas, el PP tuvo la esperanza de tener un aliado en C`s. El rechazo frontal al nacionalismo disgregador y la defensa sin reservas de la economía de mercado hacían prever que PP y Ciudadanos formarían tándem frente a la izquierda y el nacionalismo soberanista. No fue así.
La falta de acuerdo se debe ambos. A Rivera le sucede lo mismo que a otros líderes centristas, como Adolfo Suárez, que consideraba más rentable llegar a pactos con la izquierda que con la derecha. El giro postrero del Centro Democrático y Social (CDS) hacia la derecha propició el final del partido de Adolfo Suárez. Rivera considera más vendible un acuerdo con el PSOE que con el PP.
Por la otra parte, Rajoy no hizo nada por cohesionar el centroderecha. Al contrario, siempre miró con recelo a Rivera, al intuir que tenía madera de líder nacional. Rajoy, muy celoso de su seguridad, rodeado de gente que nunca le hará sombra, no quiso intimar con Rivera. A ello hay que agregar un hecho objetivo: desde la aparición de los papeles de Bárcenas es muy difícil depositar la confianza en el líder del PP.
El anuncio de Rivera es el primer movimiento en el tablero postelectoral, con la particularidad de que se produce antes de celebrarse los comicios. Un movimiento precipitado que penalizará a C’s en las urnas, al granjearse la enemistad del electorado de derechas.
Para Rajoy es el anticipo de la operación relevo que se desarrollará desde la misma noche electoral, con la presión del PSOE, C’s, figuras históricas del PP, patronal, sector mediático y el Ibex 35.
JORDI SEVILLA
Vamos con el ruego de Jordi Sevilla. Pedir que se deje gobernar al candidato que tenga el respaldo de más diputados parece algo habitual, pero no lo es. De las sesiones de investidura sale triunfador el candidato que tenga más votos a favor que en contra. El PSOE pide alterar las reglas del juego, al proponer que todos los parlamentarios renuncien a votar en contra.
Tras las largas negociaciones de los pasados meses, se dibujaron tres bloques. Uno formado por el PP, con sus 123 diputados; otro constituido por PSOE y C’s, con 130 escaños; por último, la alianza de Podemos, las “confluencias” e IU, con 71 escaños. Aunque se adhirieran a este tercer bloque los independentistas catalanes y el PNV, no llegaría a los cien diputados. Las tres alternativas contaban con más de 200 escaños en contra, por eso hubo otra convocatoria electoral.
Con la fórmula socialista, lanzada por Jordi Sevilla, no hubiera sido necesaria la repetición electoral, saliendo elegido presidente Pedro Sánchez, con 130 diputados.
No estamos en presencia de un invento de Jordi Sevilla, porque la fórmula ya está patentada en el Estatuto de Autonomía de Asturias al ser el método seguido para elegir presidentes en nuestra región. Mientras unos exportan con orgullo su “gobierno a la valenciana”, nosotros debemos explicar por todos los rincones de la piel de toro las bondades de la “gobernabilidad del Estado a la asturiana”.
Javier Fernández es presidente con el voto de 19 diputados (PSOE-IU) contra la voluntad de otros 26, que no les dejó la ley votar en contra, limitándose a abstenerse.
Fernández lleva un año de presidente sin hacer nada porque está en minoría en la Junta General del Principado. La pasividad le llevó, incluso, a inhibirse de defender su proyecto de presupuestos en el Parlamento.
La imposibilidad de investir a un presidente dañaría nuestra democracia, pero más frustrante sería una tercera convocatoria electoral, tras un breve legislatura, con el gobierno bloqueado por un Parlamento hostil.

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por JUAN NEIRA

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