En documentos recién publicados, Ovidio Sánchez aparece vinculado a la trama del que fuera embajador español, Gustavo Arístegui, y al entonces diputado del PP, Pedro Gómez de la Serna. Los tres citados estaban empeñados en dar valor añadido a las empresas españolas que trataban de abrir mercados en el extranjero. La participación del diputado asturiano estaba relacionada con el intento de facilitar el desembarco de Central Lechera Asturiana en la India. En el caso de que la iniciativa fructificara, Ovidio Sánchez se llevaría el 25% de la comisión por sus desvelos, buen hacer, experiencia y conocimiento jurídico. En un rasgo de humildad, nuestro diputado quitó importancia al 25%, diciendo que quizás formaba parte de una de las cláusulas que se utilizan en los contratos estándar.

Ovidio Sánchez dio la cara al conocerse la noticia y la situó en lo que él entiende por sus justos términos. Siempre que el Congreso y el Senado concedan la compatibilidad, un profesional puede hacer un trabajo de intermediación. Ese es el argumento del diputado asturiano. Ovidio distingue entre la remuneración de un profesional y el porcentaje que se lleva un comisionista. No aclaró si cabe la figura mixta: el profesional que se lleva una comisión. Desde una perspectiva más vital que teórica, situó el intento por trabajar en los mercados exteriores, como una transición: “hay que ir ordenando la vida política para salir de ella hacia lo profesional”. Muy previsor. Es curioso, porque el camino inverso lo hizo de golpe, al pasar de la Universidad a la política, sin casi tiempo de estrenar la toga; en 1983 ya era concejal en el Ayuntamiento de Oviedo; de ahí pasó a diputado autonómico y presidente del Parlamento asturiano; posteriormente compatibilizó el Senado con la Junta General del Principado, y en 2011 se fue definitivamente para Madrid. Lleva 33 años de político profesional, pero resulta que ahora se va a reencontrar con su verdadera profesión.

Es la segunda vez que aparece relacionado con Gustavo Arístegui y Pedro Gómez de la Serna. Hace unos meses nos enteramos de que compartían despacho, pero Ovidio aclaró que utilizaba una parte que les sobraba del inmueble. No tenían ningún asunto en común. Ahora parece que algo hablaron sobre porcentajes o no sé qué. En cualquier caso, yo me quedo con el Ovidio eterno: sonriente, optimista, amigo de sus amigos y amante de las corbatas. El resto que lo desentrañe el juez.