El Gobierno en funciones y el aparato del PP están inmersos en una campaña de promoción de su líder para la investidura presidencial. Soraya Sáenz de Santamaría, tan ligada a papeles institucionales, se ha unido al aparato de propaganda y trata de presionar al PSOE y a Ciudadanos para que respalden con sus votos a Rajoy. En unos días se ha pasado del rechazo unánime de la oposición a la posibilidad de un acuerdo. El ambiente ha variado por el cambio de opinión de Albert Rivera que llegó a la cita con Rajoy diciendo no y salió absteniéndose. A partir de ahí se empezó a especular con un posible giro en la posición socialista para favorecer la investidura del líder del PP.
En el PP son muy optimistas, ya ven a Rajoy entrando en el Congreso de los Diputados con “los apoyos muy amarrados”. No lo creo. Lograr que Ciudadanos cambie de criterio no es una proeza, ya que el partido piensa lo que diga Rivera, y el político catalán ya ha demostrado que es hombre de opinión voluble: cuando dice “nunca” hay que traducir por “por ahora”. El PSOE es un partido en toda la extensión de la palabra, donde la palabra del secretario general tiene un gran peso, pero cuando se reúne el Comité Federal para tratar de un tema –en este caso, la investidura de Rajoy-, la decisión corresponde al órgano. En julio dijeron no y no habrá cambios hasta que se plantee un nuevo escenario.
Para presionar, Soraya Sáenz de Santamaría dice que “una investidura fallida es el paso más claro hacia las terceras elecciones”. Cierto, pero tras la investidura fallida puede haber un cambio en el itinerario. Los dirigentes del PP tienen que entender de una vez que la presión sobre el PSOE sólo se verificará cuando el reloj institucional comience la cuenta atrás, y eso sólo ocurre cuando un candidato presente su opción a la investidura. A partir de ese momento quedarán dos meses para encontrar una solución. Por cierto, para presionar hace falta también que el candidato ofrezca algo más atractivo y concreto que el programa electoral del PP como hoja de ruta de un gobierno diseñado para que lo apoye el centroizquierda. A día de hoy –como diría Pedro Sánchez- la capacidad de seducción de Rajoy divide al público entre los que consideran que se mantiene intacta y los que creemos que es inexistente. Pronóstico: mientras no se inicie el trasvase de granos en el reloj de arena, la posición parlamentaria de Rajoy será minoritaria. Para cambiar hace falta que el PSOE sienta vértigo.