Por fin Mariano Rajoy pasa de las musas al teatro, con argumentos concretos, dejando a un lado lecciones teóricas sobre las ventajas de una alianza de gobierno de los partidos constitucionalistas. Primero abordó los aspectos programáticos, ofreciendo negociar más de cien medidas entresacadas de comparar los puntos contenidos en el pacto entre PSOE y Ciudadanos con el programa electoral del PP. Una forma de romper el hielo tras la negativa recibida hasta ahora por Pedro Sánchez y Albert Rivera. El segundo plato preparado por Rajoy es el más interesante al ofrecer a Pedro Sánchez el apoyo en comunidades autónomas y ayuntamientos donde los socialistas gobiernan gracias al acuerdo con Podemos.
Está muy bien hablar de programas electorales y estudiar los elementos comunes que podría impulsar una alianza de gobierno formada por dos o tres partidos defensores de la Constitución, pero la clase política española valora muy poco los programas. Hasta Tierno Galván los relativizaba. Se utilizan como reclamo para atraer a los votantes, prometiendo subidas irreales del salario mínimo o generosas subvenciones para desempleados y jubilados, y una vez captados los sufragios se olvidan de lo dicho. En las dos últimas convocatorias electorales, viendo crecida la marea de la demagogia, los líderes compitieron en agradar los oídos de los ciudadanos con rebajas de impuestos que simultanearon con creación de puestos de trabajo y aumento de las subvenciones. Como el papel lo aguanta todo se afanaron por demostrar que encajaban los regalos al público con la reducción del déficit. Esta misma semana, todavía hubo algún grupo manifestó que se podían subir las pensiones y los sueldos públicos sin que afecte a la tarea de nivelar las cuentas. La Comisión Europea piensa lo contrario.
Nuestros líderes valoran por encima de cualquier otra consideración todo lo que tiene que ver con el poder. Los programas son una baza para llegar a la poltrona. La oferta de Rajoy a Pedro Sánchez no deja de tener un punto de maquiavelismo, al estar más dirigida a los dirigentes autonómicos y municipales socialistas que al propio secretario general del partido. A Sánchez puede que no le seduzca la mano tendida de su rival porque no saca ningún beneficio de tan generosa oferta, pero muchos notables del PSOE saldrían ganado con el apoyo del PP. A Rajoy le interesa confrontar la postura de Sánchez con los intereses de los dirigentes del PSOE.