El Comité Ejecutivo del PP va a aceptar, por unanimidad, las condiciones exigidas por Albert Rivera para apoyar la investidura de Rajoy. El órgano de gobierno del PP dice sí a todo lo que su presidente quiera, y rechaza todo lo que ordene. La jerarquía de los líderes de los partidos sobre sus equipos de dirección es absoluta. En las reuniones se habla de lo que considera conveniente el jefe que se hable, sin preguntas inoportunas ni intervenciones críticas. Son equipos cohesionados, como se pide en las empresas. Rajoy puso la responsabilidad del acuerdo en manos del Comité Ejecutivo para perder tiempo, algo que en los particulares usos del político gallego supone ganarlo. La táctica de Rajoy pasa por dilatar el debate de investidura hasta que cuente con los apoyos necesarios para salir investido como presidente. El respaldo de Ciudadanos (C’s) es muy importante, pero no le garantiza la reelección.
C’s quiere que se fije una fecha para el debate de investidura. El partido de Albert Rivera asegura que no negociará con el PP el programa de gobierno mientras Rajoy no asuma el compromiso de presentarse ante la Cámara. Se refieren al líder del PP como el “no candidato”. El presidente quiere nadar y guardar la ropa, aceptar el encargo del Rey y tomarse un plazo indefinido de ejecución. La situación es muy extraña. Ana Pastor fue elegida presidenta del Congreso de los Diputados hace casi tres semanas y el Parlamento sigue sin establecer un calendario para la investidura. No hay precedentes de una situación similar. Es una anomalía más que se suma a la cadena de hechos extraños que forman la secuencia política española desde las pasadas Navidades. El político que acepta el encargo del Jefe del Estado puede fracasar en el intento, como le ocurrió a Pedro Sánchez en la pasada primavera, pero no contempla la Constitución que congele de forma indefinida la presentación ante la Cámara de su programa de investidura.
La táctica de Rajoy sería inviable sin la complicidad de Ana Pastor. La presidenta del Congreso de los Diputados puede ver erosionado su papel arbitral, moderador, inherente al cargo, si en diez o quince días no queda despejada la situación. Estamos ante dos bloqueos: el candidato impide la celebración del debate, al retrasar la comparecencia, y la oposición obstaculiza la formación de una mayoría parlamentaria a través del sistema de vetos (el “no es no” de Sánchez). La niebla oculta todo.