La parálisis institucional ha conocido dos novedades en los últimos días: la entente entre PP y Ciudadanos y la definitiva asunción de responsabilidades por parte de Mariano Rajoy al acordar con la presidenta del Congreso de los Diputados la fecha del 30 de agosto para la sesión de investidura.
Sobre la mesa hay un pacto que vincula a 169 diputados y una fecha de referencia a partir de la cual empieza a correr el plazo de dos meses para elegir presidente. Ambos hechos son importantes, ya que la alianza entre PP y Ciudadanos coloca a Rajoy al borde de la mayoría absoluta, y la fijación de una fecha para el debate permite la cuenta atrás poniendo coto a las infinitas maniobras dilatorias que han demostrado ser capaces de poner en práctica los líderes de los cuatro principales partidos.
Desde la noche electoral del 26 de junio se respira, por primera vez, un incipiente ambiente de optimismo.
Antes de dar cuenta de las sensaciones es bueno tratar de objetivar la situación. Esa película ya la hemos visto durante el pasado invierno. Pedro Sánchez y Albert Rivera firmaron un acuerdo de diez puntos, y las delegaciones de ambos partidos redactaron un detallado programa de gobierno con doscientas medidas concretas. Se fijó una fecha para la investidura de Sánchez, celebrándose el debate de investidura a primeros de marzo. Tras ser rechazado por el resto de grupos -PP, Podemos y los nacionalistas- el plazo de dos meses para encontrar presidente expiró y hubo una segunda convocatoria electoral.
La actual situación difiere de la pasada en algunos puntos, pero el resultado es el mismo. El pacto con Ciudadanos dejaba a Sánchez a 46 escaños de la mayoría absoluta, mientras que ahora coloca a Rajoy a sólo siete de la misma. El líder del PSOE necesitaba que se abstuvieran Podemos y los nacionalistas, mientras que al candidato del PP le basta con que haya 11 diputados díscolos en el PSOE que se abstengan en la segunda votación. Sin embargo, el fondo del asunto es el mismo: hace falta contar con la colaboración de un tercero.
Si Pablo Iglesias hubiera apoyado a Sánchez a estas alturas llevaría ya cinco meses de presidente. Si Sánchez aceptara abstenerse, Rajoy sería reelegido
PARALELISMO
El paralelismo es evidente. A ambos, Sánchez y Rajoy, no les es favorable la aritmética parlamentaria tras pactar con Ciudadanos. En el caso del líder del PSOE ya sabemos lo que sucedió, mientras que el candidato popular tiene bazas teóricas que la práctica desmentirá. Rajoy tiene ante sí un camino corto que pasa por pactar con el PNV (doy por hecho el acuerdo con Coalición Canaria) y llegar al debate con el 50% de los diputados a favor. La abstención de un solo diputado, atascado en un ascensor o víctima de una fiebre súbita, le convertiría en presidente.
El camino corto quedó definitivamente cerrado el día en que el lehendakari convocó elecciones vascas para el 25 de septiembre. Antes de los comicios, la entente con Rajoy sería visto como alta traición al árbol de Guernica. No sucederá.
El camino largo es llegar a un pacto con el PSOE. La operación vincula a un grupo mucho más grande –por eso el camino es más largo- que el PNV y está en la mente de Rajoy desde las pasadas Navidades. Por aquellos días se hablaba mucho de la “gran coalición”, y ahora hace meses que no veo escrita esa expresión en ningún periódico.
Pedro Sánchez ha dado el rechazo más tajante a Rajoy que hemos visto en la política española entre los dos grandes partidos. No es no. Sánchez no quiere ver a Rajoy, se opone a su investidura, y si alguien lo encumbra a la Presidencia rechazará los presupuestos de su gobierno. No contempla en ningún caso la abstención.
Objetivada la situación, los datos indican que el intento de Rajoy de salir reelegido en el Parlamento quedará desbaratado. A Rajoy no le acompañan los números, pero por primera vez se muestra optimista.
HOJA DE RUTA
¿En los diez días que quedan para la sesión de investidura pueden los barones socialistas y la vieja guardia (González, Guerra, etc.) del partido cambiar la opinión de un tipo tan coriáceo y ambicioso como Pedro Sánchez? No lo creo ¿Es posible un motín en el grupo parlamentario socialista con división del voto por parte de un grupo de diputados andaluces? Tampoco lo creo.
Sin embargo, algo sucede que no nos han contado. Por alguna secreta razón Rajoy accedió a fijar una fecha para el debate de investidura renunciando a la estrategia que había desarrollado desde las pasadas Navidades. Rajoy no es un político temerario (quería decir que no es un tipo valiente) y sólo se aviene a hacer piruetas en el trapecio si hay red debajo.
No quiero especular. Con los datos conocidos -y sólo con ellos- la hoja de ruta pasaría por el fracaso parlamentario de Rajoy. En septiembre sería el turno para Pedro Sánchez que no contaría con el apoyo de los independentistas, y en caso de obtenerlo y pactar con ellos provocaría el cisma en el PSOE. Anulada la alternativa socialista, y con el miedo a unas terceras elecciones que desencadenarían un seísmo parlamentario, la abstención del PSOE daría el gobierno al PP. Una ruta compleja que es enmendada por el optimismo de Rajoy.