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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL FINAL DEL SERIAL

Según se acerca el debate de investidura el aparato del PP comienza a vislumbrar la realidad: el candidato Rajoy será rechazado por el Congreso de los Diputados en su intento por salir reelegido. La noche electoral, la militancia y los cuadros del PP se asomaron a un Rajoy desconocido. El programa informático acababa de dictar sentencia: 137 diputados, 52 más que el PSOE, segundo clasificado en la competición electoral. El presidente en funciones salió al balcón de Génova desbordado de entusiasmo. Por una vez dejó de ser un hombre reservado, astuto, cauto y desconfiado, y anunció que iniciaba el discurso “más difícil de mi vida” dando rienda suelta a sus emociones, botando de alegría, para repetir que el PP había ganado los comicios y que se alegraba por su partido. En ninguna comparecencia pública estuvo tan torpe como en la noche del 26 junio, sin capacidad para pronunciar una frase con sentido y con la mente huérfana de ideas. La apoteosis de Rajoy dio pie a una interpretación triunfalista del resultado electoral, haciendo creer a miembros de su partido y a analistas políticos que la investidura del candidato del PP no tendría que salvar ningún obstáculo porque los líderes de la oposición, derrotados y deprimidos, se plegarían ante el triunfo del presidente en funciones. Unos días más tarde, las aguas volverían a su cauce, Rajoy estaba situado a 39 escaños de la mayoría absoluta y, como es costumbre en el PP, carecía de aliados.

Tras mes y medio de tono bajo volvió el optimismo a las filas del partido ganador con el principio de acuerdo alcanzado con Ciudadanos. La fijación de la fecha para el debate de investidura, el 30 de agosto, hizo renacer las ilusiones. Ahora, tras la firme y repetida negativa de Pedro Sánchez la dirección del PP piensa en octubre como el mes del año más factible para acabar con el culebrón del país en funciones.

Para entonces la Comisión Europea habrá empezado a reconsiderar la multa por déficit público elevado que había dejado en suspenso y la credibilidad del país ante nuestros socios habrá descendido. Ahora bien, no existen atajos. Pedro Sánchez quiere que se escenifique la derrota parlamentaria de Rajoy, aprovechar septiembre para tantear una alternativa “progresista” (con Podemos y los grupos independentistas), para hacerle, al final, un favor al país absteniéndose. El miedo a unas terceras elecciones hará que PP, Ciudadanos y PSOE lleguen al consenso.

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por JUAN NEIRA

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