El formato elegido por Ana Pastor (es decir, por Mariano Rajoy) para el debate de investidura es inadecuado. El primer día el candidato a presidente lee su discurso y al día siguiente replican los portavoces. El mismo modelo que utilizó Pedro Sánchez el pasado mes de marzo. La razón de la elección es puramente mediática: se trata de monopolizar la atención de los medios el primer día y en el segundo compartir protagonismo con el líder del segundo partido. Como en el Parlamento la ingenuidad está proscrita, el plan de Rajoy quedó afectado por la rueda de prensa de los portavoces tras acabar la sesión. Los ataques fueron demoledores, sobre todo por parte de los grupos nacionalistas. Ningún portavoz respaldó al candidato, ni siquiera Albert Rivera.
Rajoy abordó el debate desde la premisa del rechazo parlamentario. No hizo esfuerzos por atraerse a los socialistas para evitar la frustración tras la segunda votación del viernes. El candidato habló ante el Pleno del Congreso de los Diputados como si estuviese dando el primer paso de una larga caminata que finalizará en octubre cuando vuelva a plantear su opción ante la Cámara y la única alternativa sea la convocatoria de las terceras elecciones. No fue vehemente en su exposición, en ningún momento planteó la clásica disyuntiva, yo o el caos, porque sabe que dentro de un mes podrá decirles: yo o las terceras elecciones. En los dos casos perderán sus competidores.
El candidato desgranó las razones por las que debe ser votado: España necesita un gobierno con urgencia; los votantes escogieron al PP; es preciso consolidar el crecimiento económico; y la alternativa a su opción es una mezcla de radicalismo y jaula de grillos. Todo muy conocido y mil veces expuesto, en todo tipo de escenarios, por los dirigentes del PP. A todo ello Rajoy añadió otro argumento: es preciso reforzar la unidad territorial ante el desafío del independentismo catalán. El candidato introdujo en el debate el mayor problema que tiene planteado España. Un desafío que no está en la agenda de ningún otro país avanzado. Lo natural sería hablar y discutir sobre ello todos los días, pero como los nacionalistas se han convertido en un poder fáctico en España no se alude a ello. El primero que se inhibe es Rajoy y esta vez no lo ha hecho porque le interesaba crear tensión con los nacionalistas catalanes, ya que la posibilidad de que Pedro Sánchez sea presidente pasa por esos partidos. Se abre el turno.