La segunda parte del debate de investidura, en formato reducido, ha dado paso al mismo resultado: 180 diputados dijeron “no” a Rajoy, frente a 170 que le apoyaron. Todo lo sucedido se sabía anticipadamente con detalle, no hubo ni un resquicio para la sorpresa. El Parlamento hizo de notario de la voluntad de los líderes políticos que manejan la voluntad de sus diputados con la misma libertad de disposición que mueve un niño los guerreros en una pantalla.
Las intervenciones fueron un resumen de los largos discursos del miércoles. Rajoy echó en cara a Pedro Sánchez que toda su perorata encubriera el deseo de ir a unas terceras elecciones, algo que tiene un elevado coste para los españoles. El presidente en funciones señaló que la única alternativa a su candidatura es un “frente heterogéneo, extremista y contradictorio”, en alusión a la suma de PSOE, Podemos, independistas catalanes y PNV. El líder socialista hizo responsable a Rajoy de propiciar una cuádruple fractura de España: política, social, económica y territorial, y acusó al candidato del PP de no tener otro plan que las terceras elecciones. Ya se sabe que la defensa de los que no tienen defensa es endosar los propios defectos a los demás. Como Sánchez sabe que su estrategia conduce a la convocatoria electoral, quiso al final hacer un llamamiento críptico a “las fuerzas del cambio” para formar una alternativa de poder. Lo que ya hemos dicho un montón de veces desde estas líneas: tras el fracaso de Rajoy vendrá el intento de Sánchez de unir a Podemos y nacionalistas en una mayoría de investidura. Para entendernos, el frente heterogéneo, extremista y contradictorio que anticipaba Rajoy.
Pablo Iglesias no aportó ninguna novedad. Volvió a tender su mano a los socialistas para llegar a un pacto, a ver si de dos enfermos se saca un sano. Me llamó la atención la intervención de Albert Rivera. Habló del fracaso de Rajoy y del anterior fracaso de Sánchez, como si a él no le correspondiera una parte, aunque sea mínima, de las dos investiduras fallidas. Pacta un programa, lo presenta orgulloso ante la Cámara, y cuando los diputados votan en contra se lava las manos. Qué forma más curiosa de entender la responsabilidad política. Más desconcierto me produjo su petición al PP de otro candidato, pero con la condición de que traiga los escaños necesarios debajo del brazo. Al final pidió perdón al pueblo. Conoce la moda: la próxima vez se emociona en la tribuna.