Pedro Sánchez, todo un carácter y una enorme ambición, defendió su estatus de secretario general mientras le quedaron balas en las cartucheras. Aguantó el ataque de los críticos, dispuesto a seguir con una Comisión Ejecutiva a la que le faltaban las dos piernas; se negó a votar la pertinencia de una comisión gestora; impidió que la Comisión de Ética y Garantías tratase sobre la ilegalidad de la dirección del partido, una vez que habían dimitido la mitad más uno de sus miembros; se atrevió a poner una urna detrás de una mampara para que votasen sobre la celebración de un congreso extraordinario; y no se dio por aludido cuando le presentaron una moción de censura firmada por 129 miembros del Comité Federal.
Al final, cuando Susana Díaz pidió votar a cara descubierta sobre la celebración del congreso, tuvo que dar su asentimiento para perder la apuesta por veinticinco votos. En rueda de prensa tuvo una despedida impecable, como hacen los tipos duros, sin pucheros ni vacilaciones, agradeciendo a los periodistas su trabajo y pidiendo a los socialistas que se sientan orgullosos por militar en el PSOE. No dijo ‘volveré’ ni de sus labios salió ningún reproche.
Hace años que se ha puesto de moda sentirse orgulloso por cualquier cosa. Por el trabajo, por jugar bien al tute, por la última victoria del equipo de casa, por bailar reggaeton. Aun así, no creo que ayer fuese un día adecuado para sentirse orgulloso por militar en el PSOE. En el Comité Federal Pedro Sánchez presentó la dimisión tras una batalla degradante, en la que desde el primer momento se perdieron las formas. No ha servido para marcar una nueva línea política ni se ha enviado ningún mensaje positivo a la militancia. Al contrario, el partido está dividido, aunque el principal protagonista de esa división se fue para casa.
La situación es muy difícil para la comisión gestora y para el grupo parlamentario que tendrá que votar el segundo intento de investidura de Rajoy.
Pedro Sánchez se va con el apoyo de las bases, como corresponde a un político que se internó por la senda del populismo diciendo lo que quiere la gente oír: repulsión profunda hacia Rajoy y gobierno de izquierdas, todo ello avalado por la militancia.
SECUELAS
No veo a ningún barón autonómico dispuesto a coger el toro por los cuernos, dispuesto a explicar a las bases del partido que la abstención no solo es positiva para España, porque pone fin a la paralización institucional, sino para el PSOE que sufriría una hemorragia de votos si hubiese elecciones en diciembre.
La abstención no se airea en los discursos; es una opción vergonzante, que solo se explica por la necesidad que tiene España de un gobierno, lo cual es cierto. Hace falta que alguien diga alto y claro que el ‘no a Rajoy’ debería ir acompañado de una propuesta sobre el camino a seguir tras las terceras elecciones, cuando se repitiera el mapa electoral con un PSOE a la baja. ¿En enero de 2017, deberían los socialistas volver a decir ‘no a Rajoy’, cuando el PP contase con 150 escaños y los socialistas no pasasen de 75 diputados?
Todo lo vivido en las últimas semanas por el Partido Socialista deja muchas secuelas. Cualquier acuerdo con el centroderecha despertará muchos recelos en el partido, si no se explica con fuerza y convicción. Pensemos que el ‘no a Rajoy’ es la consigna que más ha calado entre los socialistas en los últimos veinte años. Es la bandera de una política de izquierdas para una organización en la que se han difuminado sus señas de identidad.
Ahora bien, el grueso de los problemas vendrán por la ofensiva de Podemos. El partido de Pablo Iglesias va a aprovechar la dimisión de Pedro Sánchez para retomar el relato maniqueo, según el cual, Pedro hará el papel de socialista bueno, progresista y de izquierdas, frente a los dirigentes del sector crítico que son los socialistas vendidos a la derecha y a los intereses del gran capital. Cómo olvidar el mensaje de Adriana Lastra: «Y si al final, los poderes fácticos acaban con nosotros». Felipe González, Susana Díaz, Javier Fernández: la trilateral.
JAVIER FERNÁNDEZ
La pugna entre Podemos y el PSOE por la hegemonía de la izquierda se va a agudizar, y se desarrollará en un terreno propicio para Podemos, con Rajoy en el poder y el PSOE asumiendo responsabilidades de Estado.
El desafío nacionalista, con el nuevo calendario de Carles Puigdemont ubicando la consulta de autodeterminación para dentro de un año, también supone un problema añadido para el PSOE, que hasta ahora solo ha hablado de un Estado Federal como fórmula para disolver el mensaje de los independentistas, pero que deberá concretar y concertar con el presidente Rajoy. Enfrente no solo estarán los dirigentes de la Generalitat, sino Ada Colau, Iglesias, etcétera.
Una tarea muy difícil que recae, principalmente, sobre Javier Fernández, presidente de la comisión gestora. Desde estas líneas hemos criticado muchas veces su falta de empuje al frente del Gobierno regional, pero también hemos reconocido, en su momento, la difícil y eficaz labor que hizo desde el año 2000 para superar el enfrentamiento entre ‘villistas’ y renovadores hasta lograr hacer del PSOE asturiano un partido sin facciones, unido en torno a su liderazgo. Le toca repetir esa tarea a escala nacional.