Día de la Fiesta Nacional de España, también conocido por Día de la Hispanidad. Como todos los años, los actos principales se desarrollan en Madrid, incluyendo un desfile militar. Javier Fernández acaparó toda la atención, como presidente de la comisión gestora que dirige el PSOE hasta que se celebre el próximo congreso del partido. El curso de la política española depende de lo que decida el Comité Federal de los socialistas, ya que en sus manos está permitir que Rajoy salga investido como presidente o ir directamente a unas nuevas elecciones, que serían las terceras en menos de un año. Por esa razón las miradas se concentraron en el máximo responsable del partido, el encargado de sosegar los ánimos, de hacer ver a los principales dirigentes de la organización las consecuencias que se derivan de tomar unas decisiones u otras, y de mantener la unidad del partido. Javier Fernández manifestó su creencia de que le entienden mejor fuera del partido que dentro. Es muy probable que así sea, porque al ciudadano medio le preocupa que vuelvan a convocarse elecciones, y no ha convertido el “no a Rajoy” en el objetivo de su existencia. La sensibilidad de la opinión pública no coincide exactamente con la de los miembros del Partido Socialista. Al final, de existir un desencuentro, el problema será para los socialistas, ya que se acentuará su declive electoral si no cambian de discurso, estrategia y objetivos. Reeditar el “no pasarán”, cambiando al Ejército de Franco por Rajoy, tendrá un resultado funesto para el PSOE. El ejemplo más frecuente de engaño masivo se da entre los líderes carismáticos y las bases de los partidos. Cualquier persona que esté libre de ese lazo (líder-militante de base) se habrá percatado de que toda la campaña del no a Rajoy la puso en circulación Sánchez por su incapacidad para explicar las derrotas electorales, y como instrumento para prolongar la interinidad política, un impasse necesario para maniobrar y blindarse como secretario general para otros tres años. Un plan a la medida de sus intereses.
Dejando a un lado la coyuntura política, lo que más llama la atención es la falta de asistencia de cinco presidentes de comunidades autónomas a la Fiesta Nacional, entre ellos Núñez Feijóo. En cualquier otro país europeo sería inexplicable. La falta de identidad nacional está en la base de todo, por eso algunos líderes toman decisiones que van en contra de los intereses generales.