Los vaticinios sobre el resultado del próximo Comité Federal del PSOE son tan inevitables como interesados. Predomina la idea de que ganará el sector que quiere evitar una nueva convocatoria electoral, que es tanto como decir el bando de la abstención. A favor de esta opinión opera el hecho de que los ‘sanchistas’ tendrán algunas bajas obligadas, como los 15 miembros de la Comisión Ejecutiva que ha quedado disuelta, donde estaban, por ejemplo, las asturianas, Adriana Lastra y María Luisa Carcedo. Como siempre que cambia el poder de manos, hay gente de profundas convicciones que abandona al líder caído y se pasa al otro lado, aunque no es fácil cuantificar cuántos miembros de la dirección del partido están en esa tesitura. En sentido contrario, es de imaginar que los que abandonaron la reunión hace tres semanas, porque les repugnaba lo que estaba pasando, esta vez permanecerán hasta la hora de votar. Me refiero a miembros de Izquierda Socialista o personas aisladas, como Borrell, que estaban a favor de las primarias-exprés planteadas por Pedro Sánchez.
El próximo domingo se verá si España entra en la senda de la normalidad institucional o continúa siendo excepción en el concierto de las naciones, al contar con un Parlamento incapaz de investir un presidente. Si ocurriera esto último sería un desastre, aunque hay gente que prefiere realizar falsos ejercicios ideológicos antes que aceptar la realidad. No se puede prolongar la contradicción existente entre una opinión pública que quiere acabar con el bloqueo institucional y un Congreso de los Diputados que opera con espíritu de trinchera. La apelación a las bases del PSOE, un grupo de miles de personas ligado a la figura de Pedro Sánchez, no es un argumento desdeñable, pero es mucho más importante lo que quiere el cuerpo electoral que un mínimo grupo de ciudadanos con carné de partido. Las bases del Partido Socialista son soberanas para elegir secretario general en un congreso, pero en una coyuntura tan especial como la presente, que no tiene parangón en ningún país democrático, es mucho más determinante lo que piensan millones de ciudadanos. Los militantes tienen la última palabra sobre asuntos orgánicos, pero la actuación de los socialistas en las instituciones debe estar ligada a la opinión de los electores. La elección de Rajoy es el inicio de un proceso donde el PSOE tendrá que ir modulando sus decisiones. Firmeza y mano izquierda.