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Juan Neira

LARGO DE CAFE

CUANDO LO MALO ES BUENO

Domingo decisivo para la política española. Si el comité federal es fiel a Pedro Sánchez habrá una nueva convocatoria a las urnas para el 18 de diciembre. La tercera en menos de un año. La brújula del exsecretario general está orientada hacia los comicios, como bien expresó César Luena, escudero del líder: “a la primera un no, y en la segunda un no; y si hay una tercera, un no; y si hay una cuarta, un no; y si hay una quinta, un no; así todo el sistema numérico, hasta el infinito”. La doctrina de la cerrazón que pasa por dar la misma respuesta aunque cambien las circunstancias.
PSOE
Javier Fernández ha señalado que la dirección del PSOE debe escoger entre dos salidas, una es mala y la otra es peor. Las dos suponen un coste para el partido. Cerrar la puerta a la investidura de Rajoy es una pésima opción, pero la abstención tampoco es buena.
Se estuvo demasiado tiempo atado a la doctrina del rechazo, como si Rajoy fuera un reputado fascista, y se perdió el tiempo de sacar los mejores frutos de una situación difícil. Me refiero a negociar el programa político de la abstención. La carta jugada por Ciudadanos, pero a gran escala, con 85 diputados, no con los 32 de Albert Rivera.
Es verdaderamente pasmoso que los socialistas se abstengan gratis, sólo en aras de los intereses generales, sin aprovechar la debilidad de Rajoy para imponerle la hoja de ruta del mandato. Comprendo que no es una postura tan heroica como decir no hasta el infinito, pero de ella se derivan beneficios muy superiores.
No se le puede culpar enteramente a la comisión gestora de dejar pasar esa oportunidad, porque con un partido roto, un grupo parlamentario desorientado, el comité federal dividido y las expectativas electorales por el suelo, no estaba en condiciones aceptables para negociar con el PP.
Pudo hacerlo Pedro Sánchez, pero esa negociación implicaba aceptar el papel de partido opositor y eso nunca le convino al breve secretario general del PSOE que quería mantener el bloqueo institucional para aferrarse al puesto. La recuperación de la normalidad creaba las condiciones adecuadas para abordar el debate interno, y Sánchez no quería dar la batalla en esas condiciones. Lo mejor era una cita urgente como la que había organizado para este domingo, con las primarias exprés, sin tiempo para que los adversarios le presentaran una candidatura alternativa, y con la militancia apostando por mantener al líder ante las elecciones de diciembre. Ya lo dice la sabiduría popular: no hay que cambiar de caballo a la mitad del río.
La misma disyuntiva entre dos males –abstención y rechazo- no sólo rige para el PSOE, sino para todos los españoles. La negativa del Comité Federal traería asociada culpa para el PSOE. La opinión pública responsabilizaría al Partido Socialista de la disolución de Las Cortes, y con la organización dividida iría a las urnas de diciembre, de las que saldría un nuevo mínimo histórico: en torno a 70 escaños. A partir de ahí sería difícil detener el ajuste de cuentas entre los dos bandos y la degradación del partido. El solar también quedaría dañado.
ESPAÑOLES
Los españoles también sufrirían un fuerte impacto con el no a Rajoy. La crisis institucional sería patente, el desfase con el calendario de la Comisión Europea nos originaría perjuicios y, por encima de cualquier otra consideración, se extendería entre la opinión pública una inquietante sensación: ir a votar no sirve para nada. No hablo del manido desencanto, sino de la deslegitimación del sistema por culpa del comportamiento de unos líderes políticos que deberían ser los primeros interesados en preservarlo.
La abstención no supone la llegada de la bonanza para el PSOE. La división entre la dirección y las bases del partido queda solidificada. La misma ambigüedad que supone dejar gobernar y, a la vez, oponerse, se trasladará a los distintos asuntos de la agenda política. Hay que desterrar las visiones lineales: de la abstención de la investidura no se pasa al no tajante durante el mandato. Unas veces tocará decir no y otras veces habrá que decir sí. La complejidad de la investidura, a la que hacía mención Javier Fernández, se mantendrá en una legislatura convulsa e incierta. El PSOE, como Ciudadanos, no podrá ofrecer una imagen nítida, a diferencia de Podemos, que podrá seguir haciendo discursos de traza grueso.
A escala nacional, la abstención no supondrá el paso del bloqueo de la investidura a la estabilidad del mandato. Cada día surgirán nuevas dificultades. Como siempre que triunfa el pluripartidismo, el Parlamento se llenará de declaraciones para la galería (lo que sucede en los ayuntamientos de Gijón y Oviedo, pero corregido y aumentado). Lograr mayorías parlamentarias para cada asunto será un trabajo muy fatigoso. Intuyo que Rajoy se conformaría con aprobar los presupuestos generales del Estado para 2017, como le ocurre a Javier Fernández en Asturias. Se perderá tiempo y en el Parlamento saldrán adelante algunas medidas dañinas, impuestas por una oposición que tiene muchas cuentas pendientes con el PP de la mayoría absoluta.
Llegados a este punto, convengamos que el Comité Federal tendrá que hacer el sacrificio de optar por una alternativa mala para evitar el desastre nacional.

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por JUAN NEIRA

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