La investidura de Rajoy, por 170 votos a favor y 111 en contra, con 68 abstenciones, fue precedida de un debate breve y duro. El presidente aprovechó su turno para advertir a la oposición que “España necesita algo más que una investidura”. Señaló que hace falta un gobierno que esté en condiciones de gobernar, precisando cuáles eran, a su entender, los asuntos innegociables: la unidad de España, los mandatos de la Unión Europea y la estabilidad presupuestaria.
A esas tres cuestiones agregó otra más: no demoler la obra realizada en su primer mandato. Quiere mantener las reformas aprobadas, en especial aquellas que nos pusieron en la senda del crecimiento económico y la creación de empleo. Insistió en algo que ya había dicho en su primer discurso: no pide cheques en blanco, pero no cabe entender la predisposición al diálogo como una invitación a dar la vuelta al calcetín del primer mandato. Un discurso dedicado a señalar a sus aliados que el margen para discrepar está tasado, a no ser que se quiera acortar la legislatura.
El portavoz socialista, Antonio Hernando, reivindicó para su partido el mérito de desbloquear la política nacional, y marcó grandes diferencias con el PP al hacerle responsable de todos los males ocurridos en los últimos años. Exigió paralizar la Lomce -no le basta la anulación de las reválidas- y la apertura de la negociación con el independentismo catalán.
PSOE
Los socialistas fueron, nuevamente, el centro del debate, por las alusiones que les dedicaron otros portavoces. Particularmente dura la intervención de Rufián, portavoz de ERC, que dedicó todo su discurso al PSOE. Una catarata de insultos, con un denominador común: los socialistas son unos traidores. A la hora de votar, los diputados de ERC emplearon la fórmula, “no es no” para rechazar a Rajoy. Una frase sencilla que está patentada por el exsecretario general del PSOE. Flaco favor le hicieron a Pedro Sánchez al convertirlo en referencia del independentismo catalán.
El portavoz de Bildu, Óscar Matute, también destinó todo su tiempo a atacar a los socialistas. Concluyó afirmando que “liquidan una historia de 137 años en una tarde”. Es la primera vez que en un debate de investidura miembros de la oposición emplean todo su parlamento en criticar lo que hace otro grupo distinto del que gobierna. El guion de la investidura indica que los partidos opositores contestan al candidato a presidente, pero Matute y Rufián inauguraron una vía nueva: olvidarse del gobierno y triturar a un grupo opositor.
Particularmente llamativo fue el comportamiento de los líderes de Podemos (Iglesias, Errejón, Montero) que aplaudieron calurosamente a Matute y Rufián, identificándose con un proceder intolerable. Antes de que Pedro Sánchez coja el coche para iniciar una gira triunfal por toda España debería tener el buen juicio de distanciarse de ERC y Bildu, porque no puede aspirar a volver a liderar el PSOE alguien que no marque distancias con comportamientos miserables, máxime cuando ponen en la diana a su propio partido.
La sesión fue muy tensa. La diferencia en las formas parlamentarias marcó una frontera que casi coincide exactamente con las diferencias de fondo. PP, PSOE y Ciudadanos se acogen a las pautas del parlamentarismo convencional, tanto sea para consensuar como para discrepar, mientras que Podemos, ERC y parte del Grupo Mixto utilizan un proceder típico de tumultuosas asambleas populares. PNV y PDC (antiguos “convergentes” catalanes) mantienen las formas clásicas, sin que quepa identificarlos con ninguno de los dos bloques, por más que los convergentes formen gobierno con ERC en la Generalitat.
Todo esto sucede en el inicio de una legislatura que tendrá el Congreso de los Diputados como centro de decisión política. El pronóstico no puede ser muy optimista.
CONCLUSIONES
De las sesiones parlamentarias destinadas a la investidura se pueden sacar dos conclusiones generales: el ambiente político ha quedado enrarecido tras diez meses de bloqueo parlamentario, y el PSOE está sometido a fortísimas tensiones internas y presiones externas. Los 16 diputados que mantuvieron el “no” suponen una minoría relevante, de muy difícil manejo. A ello se suma la declaración de guerra realizada por Pedro Sánchez que considera periclitado el mandato de la comisión gestora.
Quizás la especial cultura socialista, que les hace vivir el partido como una patria, pueda servirles para activar sus energías y defender el solar, que es lo único que tienen, según Javier Fernández, tras varios años de derrotas electorales y diez meses marcados por la ambición de Pedro Sánchez.
En lo positivo queda el mensaje metafórico del PNV: si me quieres Mariano, dame grano. El tractor de Rajoy puede sumar los cinco escaños del nacionalismo vasco a la aprobación de los presupuestos. Un empate a 175 entre gobierno y aliados, por un lado, y el frente del no, por el otro. Bastaría con que un diputado socialista perdiera un avión para que España tuviera presupuestos. Un cálculo hecho desde la premisa de que los socialistas, como grupo, rechazaran las cuentas.
Al tratar de avizorar lo que hay detrás de la investidura de Rajoy, me viene a la cabeza la poesía de Ángel González: sin esperanza, con convencimiento.