La formación del gobierno es una competencia indelegable del presidente. Felipe González hacía alarde de autonomía a la hora de escoger los miembros del gabinete, al declarar que no le comunicaba nada al partido. El primer éxito de un presidente pasa por evitar la filtración de los nombres.
Jefes de gobierno y entrenadores de fútbol coinciden en una tarea fundamental: decidir la alineación de su equipo. En ambos casos se eligen nombres entre la plantilla. En el caso de la política, la plantilla son los afiliados del partido. Los escogidos están, o deben estar, en relación con los objetivos que se proponen. También influyen razones internas del club –la famosa política de club- o de partido, aunque nunca se explicitan.
Mariano Rajoy se atuvo al primer postulado: formó la alineación del nuevo gobierno con gente de la casa. Siete ya estaban en el Ejecutivo, y otros seis ficharon para los próximos cuatro años, sin que ese plazo sea de obligado cumplimiento: si lo hacen mal pueden perderán antes la titularidad del cargo. Resulta problemático realizar un juicio sobre el acierto de las opciones tomadas, máxime cuando todavía no se pusieron a gobernar.
Ante la imposibilidad de anticipar sus decisiones, pensemos en los objetivos del mandato para tener una pista sobre la idoneidad de las personas elegidas.
LOS RETOS
Si la primera legislatura de Rajoy estaba marcada por el signo del ajuste fiscal, ahora son otros los retos, sin que ello suponga desatención hacia el cuadro de variables macroeconómicas. Hay que hacer frente a la quiebra del sistema de pensiones y al desafío independentista en Cataluña. También toca negociar otro modelo de financiación autonómica, asunto que está conectado a la crisis política catalana. Dejo para el final la reforma de la Constitución, una cuestión que tal vez Rajoy se resista durante algún tiempo a abordar, aunque si logra la aprobación de los presupuestos de 2017 y consensua algunas leyes, tendrá que abrir el melón de la reforma constitucional si quiere que su mandato dure tres o cuatro años.
¿Qué ministros hacen falta para esas tareas? El propio Rajoy señaló que es preciso contar con personas dispuestas al diálogo y al pacto. Ahora bien, esas son actitudes, no capacidades. Vamos encaminados a un mandato caracterizado porque las decisiones se tomarán en el Parlamento. El Consejo de Ministros se atendrá al guion parlamentario, así que hacen falta ministros con peso político, carácter aguerrido, solvencia dialéctica y acusado pragmatismo. ¿Los trece nombres de Rajoy son adecuados para el trabajo requerido?
El presidente acertó en el área económica, porque por encima de cualquier otra consideración, la gestión fue brillante. Es lógico que haya prolongado el contrato a Luis de Guindos, Cristóbal Montoro y Fátima Báñez. Sobre este particular todos los días asistimos a un generalizado malentendido, al asociar esos nombres con recortes de gasto. Las cifras de Eurostat sitúan a España como la economía que más crece entre los grandes países europeos y la que crea más empleo, durante los dos últimos años. Esto es un hecho. Las opiniones son muy respetables, pero las cifras son sagradas.
Si hablamos de recortes, el campeón europeo de los recortes es el gobierno griego de Syriza. No creo que Alexis Tsipras sea un apóstol del neoliberalismo, pero los acreedores son muy recelosos. Los recortes dictados por la Comisión Europea resultan de obligado cumplimiento, con independencia de que el presidente se llame Tsipras, Rajoy o Pablo Iglesias.
Sustituido García-Margallo, cuesta encontrar ministros de peso político para batallar con la oposición. Que nadie piense en De Cospedal, porque su capacidad para argumentar y convencer quedó demostrada cuando asumió la defensa política del PP en el caso de los papeles de Bárcenas. Provocaba bochorno ver a una abogada del Estado exponer razonamientos jurídicos hilarantes acompañando un discurso político endeble.
El portavoz, Méndez de Vigo, difícilmente va a ser un bastión del Ejecutivo, cuando no supo hacer nada por defender la Lomce, como ministro de Educación, ni siquiera en su versión descafeinada. Podrá transmitir los acuerdos del Consejo de Ministros, pero dudo de su aptitud para la disputa parlamentaria.
JÓVENES
El Gobierno del PP tiene el flanco económico bien cubierto y para todo lo demás cuenta con Soraya Sáenz de Santamaría. La vicepresidenta fue muy eficaz en la primera legislatura, pero entonces contaba con un arma muy poderosa, 186 escaños, mientras que ahora se batirá en minoría.
Rajoy tenía personal en casa para armar un equipo con más peso político, pero no quiso tirar de la cantera. Algo parecido le pasó a Del Bosque en Brasil. Quiere a los jóvenes dando ideas en el partido, que es tanto como decir que le gustan quietecitos, sin hacer nada, alejados del poder.
Pablo Casado, Javier Maroto o Andrea Levy significaban la llegada de la renovación al Gobierno del PP, en un momento que procede hacer gestos visibles de ruptura con la corrupción, y con la ventaja añadida de aportar un cambio generacional que conecta con Albert Rivera, la cúpula de Podemos y los líderes socialistas (Susana Díaz y Pedro Sánchez). Se impone el realismo: no le pidamos imposibles a Rajoy.