El debate sobre el estado de la región se inició con la intervención del presidente del Principado. Un territorio tan chequeado como el nuestro, tan sometido a dictámenes desde la primera reconversión industrial de los primeros años ochenta del siglo pasado hasta el presente, no deja resquicio para la sorpresa. Todos los discursos, desde los más brillantes hasta los más anodinos, son bien conocidos. Antes de darnos su versión sobre la coyuntura asturiana, Javier Fernández entró en la arena de la política de partido y dijo que en la Junta General del Principado había una sobrada mayoría absoluta de izquierdas, compuesta por 28 escaños del PSOE, Podemos e IU, y que las culpas de no haberse transformado en una mayoría de gobierno estaban repartidas de forma desigual, recayendo el grueso de las mismas en los diputados de Podemos, que habían tratado de aislar (cordón sanitario) a los socialistas. Es indudable que Podemos llegó con todo el recelo del mundo al debate de investidura, debido a hechos controvertidos como los sobrecostes en la ampliación de El Musel, entre otros. Ahora bien, partiendo de esa base interesa saber si los socialistas hicieron todo lo humanamente posible para alcanzar el pacto o trataron de llegar al acuerdo utilizando los moldes de los pactos con IU, que no sirven para los nuevos interlocutores.
Sobre la situación económica, Javier Fernández mostró los datos del crecimiento de PIB, el descenso de las cifras del paro y el aumento del número de cotizantes a la Seguridad Social, para concluir que Asturias está plenamente enganchada a la recuperación. Un crecimiento del 3,1% del PIB es una buena noticia. Claro que la mejoría de la economía española repercute en nuestra región. Es indudable que estamos sensiblemente mejor que en 2013. Otra cosa distinta es negar que la etiqueta, “furgón de cola”, se pueda endosar a Asturias dentro del conjunto de las comunidades autónomas. El propio Javier Fernández reconoce que en el periodo, 2008-2015, fue el territorio que tuvo un peor comportamiento del PIB. Los datos de la deuda y el déficit le sirvieron al presidente para criticar el discurso de la oposición, siempre pidiendo más gasto y lamentado el crecimiento de la deuda. Le asiste toda la razón. Faltó una reflexión sobre el fuerte incremento de la deuda.
Terminó su discurso pidiendo un acuerdo entre las izquierdas, pese a ser consciente, como dijo, del divorcio entre deseos y realidad.