Los diputados autonómicos discuten de cifras en la antesala del debate presupuestario. Cifras envueltas en intenciones que complican las sumas y las restas. En medio de especulaciones nos llega un dato cierto: la sanidad asturiana va a gastar este año 1.626 millones de euros, aunque sólo contaba con 1.461 millones anotados en la prórroga presupuestaria. Pese a las largas listas de espera se pasaron de largo en 165 millones; no es fácil imaginar cuánto hubieran gastado de más si las pruebas diagnósticas, las consultas de los especialistas y las operaciones quirúrgicas se hubieran realizado a las dos o tres semanas de solicitarlas. Para evitar que se desfasen completamente las previsiones económicas es necesario que el paciente asuma una cierta cuota de insatisfacción. No se puede lograr todo a la vez: los gerentes mantienen el gasto en unos límites soportables, aunque excedan las previsiones, o los pacientes gozan de una gran accesibilidad a las prestaciones sanitarias del sistema. Esa es la realidad crudamente expresada, los déficit sanitarios se explican por limitación de recursos económicos. Conocidas las cifras reales de gasto sanitario, veremos qué cantidad se aprueba, definitivamente, para 2017.
Podemos se vuelve a reunir hoy con el Gobierno socialista. Al parecer quieren explicarles su visión del proyecto de cuentas. Las discrepancias son tantas que parece que los dos grupos no han empezado a negociar. El Principado confecciona sus cifras y Podemos desgrana sus argumentos. Cada uno va a lo suyo. El partido de Pablo Iglesias no se cree las cifras de amortización de deuda presentadas por Dolores Carcedo, critica duramente los escasos recursos reservados para la inversión y pide que se rebaje el sueldo de los altos cargos. Por no hablar del capítulo de ingresos, donde demanda un mayor gravamen para las rentas superiores a los 60.000 euros y rebajas fiscales para el 97% de los contribuyentes que son los que tienen un sueldo inferior a esa cifra.
Demasiadas diferencias para solventarlas en una tarde de viernes. Ninguno de los dos partidos se fía en la negociación del otro. Las lindezas que se dedicaron durante el reciente debate sobre el estado de la región los incapacitan para ser socios de una misma alianza presupuestaria. IU pidió insistentemente una negociación a tres bandas y el PP se lo tomó tan en serio que está a punto de hacerse un hueco para hablar de las herencias.