Los socialistas intentan enhebrar una compleja operación para aprobar los presupuestos cuando tienen en la mano la posibilidad de firmar un pacto con el PP que les brinda el apoyo de la mayoría absoluta de la Junta General del Principado sin necesidad de sumergirse en azarosas negociaciones. Para evitar el pacto del bipartidismo, optan por la estrategia de la abstención, a la que se deberían sumar IU, PP y Ciudadanos. Dejan fuera del guión a Podemos y Foro, al considerar que es inútil pedirles un favor. Digo lo de favor porque para solicitar a tres grupos de distinto pelaje que se abstengan no cabe otro argumento que apelar a una fórmula de cortesía ya que no cabe esbozar argumentos políticos coherentes que valgan para el trío: uno quiere más imposición fiscal, otro menos y al tercero sólo le preocupan los trabajadores autónomos. Asturias es la única comunidad autónoma donde un gobierno que se apoya en menos de un tercio de los escaños desdeña la posibilidad de aprobar las cuentas con el principal partido de la oposición, y prefiere poner en marcha una alternativa surrealista que consiste en pedirle a varios partidos que se abstengan para que sólo queden en la oposición activa un par de grupos sin escaños suficientes para tumbarle las cuentas. De manera resumida: déjenme gobernar, aunque no dispongo de razones para convencerles.

Desde estas líneas hemos mantenido que la presentación, negociación y aprobación (o rechazo) de los presupuestos es en nuestra región una ceremonia repetida, con los mismos discursos, los mismos silencios, la misma opacidad en el diálogo entre los grupos y similares partidas. Básicamente todos los años se presenta el mismo presupuesto, con dos tercios de gasto social, baja inversión (y muy baja ejecución), creciente deuda y consolidado sector público. Todos los partidos lo saben y los cambios de sentido del voto, de un año para otro, no se deben a las cifras del presupuesto sino a razones políticas, de tipo partidario, que convierten en estéril las alternativas políticas.

Lo que trata de hacer ahora Javier Fernández es ir contra la inercia institucional asturiana. No es utópico encontrar un socio que le apruebe las cuentas (el PP lo haría hoy mismo, sin pedir nada a cambio), pero lo que carece de sentido es trazar una estrategia que obligue al PP y a IU a dar idéntica respuesta al mismo presupuesto. Van a descubrir la derecha comunista. O el comunismo de derechas.