El “sanchismo” se mueve. Sesenta y ocho miembros del partido se han reunido para pedir a Pedro Sánchez que encabece la recuperación del poder en el PSOE. Hasta el 1 de Octubre eran oficialistas y desde entonces se han convertido en críticos. Le piden a la comisión gestora que convoque, sin más dilación, elecciones primarias y congreso federal.
La cita interna tuvo una respuesta francamente pobre. El aspecto positivo estuvo en el hecho de que todas las federaciones mandaron representantes, aunque había ausencia de pesos pesados: ningún barón autonómico. Lo más extraño fue la incomparecencia de César Luena, entrañable Sancho Panza del hidalgo castellano. Hace ya tiempo que se rumorea su distanciamiento del líder. Me resistía a creerlo, porque por muy obtuso que sea haciendo análisis de coyuntura, debe saber que alejado de Pedro Sánchez tiene tanto futuro en el PSOE, como en el PP o en Podemos. La realidad es que Luena no viajó a Madrid para pedirle a Sánchez que se inmolara para salvar a España y al PSOE de la involución. La mesa que presidía la asamblea estaba compuesta por el secretario general de Valencia, el alcalde de Dos Hermanas y Adriana Lastra. Visto lo visto, es muy probable que la diputada asturiana sea la número dos del equipo que lidere la reconquista nacional.
Con sus tremendos defectos, siempre tuve a Pedro Sánchez por un hombre trabajador y un político fajador. No contemplo que se abstenga de dar la batalla en el próximo congreso. Entiendo por tal la presentación de su candidatura a la Secretaría General en las preceptivas elecciones primarias. Con la ambición como bandera, desdeñará la posibilidad de apoyar a otro candidato. Si no da el paso adelante en 2017, no volverá a tener otra oportunidad. En 2014 luchó por el liderazgo del partido con la mirada puesta en la Moncloa y dudo que haya apartado la mirada de ese horizonte. Tiene datos favorables: Rajoy no es una apuesta de futuro, el nacionalismo catalán sabe que su talón de Aquiles es la ausencia de aliados en Madrid y Podemos pierde fuerza. Pero la política tiene leyes eternas: el poder hace piña y el destierro pone a prueba las fidelidades. Un discurso simple, como el “no es no”, sólo se basa en emociones, que tienen una vida media muy inferior a los argumentos. Pedro Sánchez fue un mal candidato electoral y un pésimo estratega como líder del partido: convocó unas primarias que no tuvo ocasión de disputar. Le queda una bala en el fusil.