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Juan Neira

LARGO DE CAFE

COMO DOS ADOLESCENTES

La bronca en Podemos, un partido donde los portavoces se dan besos en la boca cuando se cruzan en los alfombrados escalones del Congreso de los Diputados, ha llegado a su expresión máxima con el cuerpo a cuerpo entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón que ha dejado con el alma en vilo a los 69 restantes miembros de su grupo parlamentario. El número uno empezó el incidente poniendo la mano en el hombro del número dos, mientras le decía palabras irritantes a juzgar por la cara con que escuchaba el receptor. Cuando se riñe, cualquier contacto, como, por ejemplo, la mano en el hombro, supone un salto cualitativo hacia la agresión física. En lapso breve de tiempo se sucedieron muecas acentuadas, réplicas y contrarréplicas veloces, tono bajo para evitar oídos indiscretos y las miradas fijas en el oponente, como hacen todos los mamíferos antes de intercambiar mordiscos, zarpazos, coces o tortazos.

Desde que empezó el antagonismo entre los dos principales dirigentes de Podemos me pareció que debía Ana Pastor hacer una gestión audaz para evitar la vecindad en el escaño. Si es complicado en el cine compartir el brazo de la butaca con un desconocido, cómo debe ser de duro tener al enemigo acérrimo a unos centímetros de distancia, mañanas y tardes, verano e invierno, en días agitados y cuando la calma se enseñorea del Legislativo. Se podía optar por una solución fácil, como la del cortafuegos: se sienta a Carolina Bescansa en el medio y baja varios grados la tensión en el partido. Esta o cualquier otra solución choca con un inconveniente difícil de sortear. El asiento donde se acomodan Pablo e Íñigo no es casual, sino causal: refleja el lugar que les corresponde en la jerarquía del partido. El uno y el dos. Cualquier cambio significaría degradación.

No imagino a Felipe González y a Alfonso Guerra, en los años ochenta del pasado siglo, acercando sus frentes cual gallitos en el Congreso de los Diputados. Ni a Adolfo Suárez con los “miñones y alzagas”. Ni a Aznar con Rato u Oreja. Podemos es un partido especial, no porque pidan un salario mínimo de mil euros o porque quieran mandar en el Ejército y la Policía en un gobierno de coalición. No. Se distinguen por su vivencia generacional. Esa prolongación sine die de la adolescencia (¡cuánta gente me preguntó ya por la edad de Errejón!), el deambular grupal que choca con la mayoría de edad. En fin, como no supieron tener en paz la Nochebuena, habrá que poner “seguratas” en Vistalegre 2.

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por JUAN NEIRA

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