Con unos días de diferencia el centro-derecha español celebra sus congresos: Ciudadanos, primero, y posteriormente, el PP. Hasta el otro día ese amplio espacio estaba ocupado, en exclusiva, por el PP, pero la habilidad de Albert Rivera para explotar las debilidades de Rajoy con el nacionalismo catalán y la corrupción generalizada en el partido en el poder (papeles de Bárcenas, Gürtel, Púnica, Pokemon) ha posibilitado la conversión de Ciudadanos en un grupo de implantación nacional, con una cuota considerable de votos y escaños. El congreso fue una balsa de aceite porque el partido carece de una masa de afiliados suficiente para que haya un debate interno de verdad, capaz de compaginar el disenso con la unidad de la organización. Rivera seguirá liderando el equipo de dirección, propuesto por él.
En el congreso hubo una novedad y se trazó un objetivo. La novedad está en el abrazo a la ideología liberal, tras años de socialdemocracia. Conceptualmente supone un salto cualitativo, aunque hoy día las etiquetas ideológicas carecen de rigor y han dejado ser el faro que guía a la militancia. Es muy difícil encontrar liberalismo en el PP o socialismo en el PSOE, sin que nadie se escandalice por ello. En el discurso de cierre de la Asamblea (es el nombre que da Ciudadanos a sus congresos), Rivera dijo que “los liberales de Cádiz han vuelto para gobernar”. Una afirmación un tanto excesiva ya que no se detectan en las filas de Ciudadanos personajes de la talla de Agustín Argüelles, José María Calatrava, Diego Muñoz-Torrero o José María Queipo de Llano.
Entrar en el gobierno es la meta puesta por Rivera, fijando como plazo el año 2019. El líder de la formación dejó abierta la forma de participación en el ejecutivo: puede ser como partido hegemónico o como socio de una coalición. No entiendo el plazo marcado para entrar en el gobierno, ya que las elecciones generales, teóricamente, deben ser en 2020, y en caso de adelantarse los comicios por quiebra del apoyo parlamentario a Rajoy, la fecha va a ser bastante más temprana. En cuanto al papel que va a jugar en el gobierno, Rivera debería confesar la vocación de partido bisagra, que puede ser de gran utilidad para la sociedad, como se ha comprobado a lo largo de 2016, cuando la intolerancia de buena parte de la clase política dejó paralizadas las instituciones. Lo que ha quedado demostrado es que los pactos de gobierno sin entrar en el gobierno desgastan a Ciudadanos.