Esta semana hemos visto al Gobierno asturiano en actitud proactiva, optimista, lanzado hacia adelante, dispuesto a luchar por metas ambiciosas sin miedo al fracaso. La forma de gobernar en silencio, empujado por la rutina, temeroso de lo que pueda ocurrir y descreído de lo que pueda hacer, ha quedado atrás.
Francisco Blanco, consejero de Empleo, Industria y Turismo, ha aprovechado una comparecencia parlamentaria para dar el gran titular: “El Principado peleará por la fábrica de Tesla”. Ahí es nada.
La compañía pionera en el diseño y fabricación de coches eléctricos, nacida en el mítico Silicon Walley, que ha puesto por delante el objetivo del transporte sostenible y la lucha contra el cambio climático a la obtención del lucro empresarial (en 2014 liberó centenares de patentes que no caducaban hasta finales de la próxima década), va a instalarse en Europa, y el Gobierno regional pelea por ganar la batalla de la localización.
Diversas regiones de Alemania, Francia, Inglaterra, Holanda o Portugal, junto a Galicia, Navarra, Valencia, Andalucía y Castilla y León, compiten por la inversión de la multinacional USA, pero el Gobierno regional no se amilana, prueba de ello es que Francisco Blanco ha comunicado a la Junta General del Principado que el Instituto de Desarrollo Económico del Principado de Asturias (Idepa) trabaja en pos de ese logro. No nos caracterizamos por captar grandes inversiones industriales en las últimas décadas, pero nuestra suerte puede cambiar. Se ve que para Blanco llegó el momento.
TESLA
Más allá de los buenos deseos conviene preguntar si estamos en condiciones de captar un proyecto industrial de tal envergadura. Me inclino a pensar que no se ajusta a las características de la oferta asturiana por déficit de mano de obra y de suelo.
Se prevé que la futura fábrica de Tesla en Europa empleará a 10.000 trabajadores. Es evidente que en Asturias hay mano de obra disponible, basta mirar las cifras de desempleo, pero dudo mucho que con la población menor de treinta años más escasa de Europa, tengamos lo que busca Tesla.
Es obvio que una factoría así sería un reclamo para muchos trabajadores del resto de España, pero otras regiones europeas que compiten con nosotros tienen mano de obra cualificada al lado de casa. Tesla tiene dos fábricas en EE.UU. Una de ellas, la “Gigafábrica” de Reno (Nevada), empezará a operar este año, y la empresa prevé que toda la mano de obra proceda del mismo estado de Nevada.
La falta de suelo es otro problema añadido. Volvamos al ejemplo de las dos factorías de Tesla en EE.UU. La planta de Fremont (California) ocupa una extensión de 849.000 metros cuadrados. La fábrica de Reno, con sólo 6.500 empleos, necesita 929.000 metros cuadrados. Como la futura planta europea empleará a 10.000 trabajadores toca preguntarse de dónde va a sacar el Principado un millón de metros cuadrados urbanizados, con amplios accesos y rodeada de suficiente extensión para que se ubiquen empresas auxiliares y así pueda reducir costes: una fórmula seguida por los fabricantes desde que López Arriortua implantara sus métodos de gestión en la General Motors.
Si Sogepsa hubiera llevado a buen puerto sus compras de suelo estaría Asturias en condiciones de alojar una fábrica de coches, pero en la actualidad no es posible. Con el polígono de Bobes (un millón de metros cuadrados) empantanado, con una oferta en el polígono de Lloreda que no supera los 350.000 metros cuadrados, y con la Zalia a medio hacer, sin accesos, y ahogada por las deudas, no hay suelo industrial disponible para un proyecto tan potente. Encomiable el espíritu del consejero de Empleo, Industria y Turismo, pero conviene tener los pies en el suelo.
GIJÓN
Ahora bien, lo más llamativo de las declaraciones del consejero está en el contraste entre sus ambiciosos planes y la vaciedad de su gestión. Se anima a captar inversiones multimillonarias de California, envueltas en megaproyectos, y no es capaz de mover un músculo por el cierre de Agalsa. Un problema que afecta a 130 trabajadores en Gijón no merece una gestión de la Consejería de Empleo, Industria y Turismo. El comité de empresa, con mayoría de UGT (nada de peligrosos radicales), no tiene noticia del Principado.
Nos hemos acostumbrado a la callada procesión de los cierres industriales. En los años ochenta del pasado siglo le tocó bajar la persiana a muchas industrias, pero el ruido y las alharacas acompañaban a los estertores de las empresas, mientras que ahora se puso de moda la ceremonia íntima en las clausura de las industrias, como si no tuviese transcendencia social, económica y laboral la pérdida de 130 empleos que suponían decenas de millones de euros de facturación anual.
En los cierres de Suzuki o Gijón Fabril no se puede decir que la Consejería de Empleo e Industria haya errado, simplemente se abstuvo de actuar. Con Algasa se repite la ceremonia con el agravante que la crisis de liquidez de Algasa vino propiciada por la inflexibilidad de Sogpesa (el Principado) a la hora de saldar una deuda.
Nos atrevemos a cortejar a las multinacionales extranjeras aunque no somos capaces de salvar las pequeñas y medianas empresas que naufragan delante de nuestras narices.