En la falda de Montjuic, las organizaciones que conforman el núcleo duro del independentismo catalán –Asamblea Nacional Catalana, Ómnium Cultural y la Asamblea Nacional de Municipios por la Independencia– convocaron un acto en el que se leyó un manifiesto lleno de soflamas nacionalistas en apoyo del referéndum del 1 de octubre, que no resisten el contraste con la realidad. La lectura del documento corrió a cargo de un personaje singular, Pep Guardiola, entrenador del Manchester City, buscado para la ocasión con la intención de darle una dimensión internacional al acto, ya que el resto de personas que bregan por la independencia son absolutamente desconocidas al otro lado de los Pirineos. En el manifiesto se apelaba a los demócratas de Europa y del mundo para hacer frente a «los abusos de un estado autoritario».
Sentí admiración por el Guardiola futbolista, aquel ‘4’ del ‘dream team’ de Cruyff. Y mucho más por el Guardiola entrenador que lideró el equipo que mejor jugó al fútbol en el siglo XXI. Pero nadie es perfecto y al dar el paso a la política, primero cerrando la lista de Junts Pel Sí en las últimas elecciones catalanas y ahora actuando como estandarte del movimiento pro-referéndum, comete los mismos errores que los hinchas de los equipos de fútbol, que solo ven virtudes en su equipo y faltas y penaltis en las actuaciones de los rivales. Los hinchas y los nacionalistas van de agravio en agravio, con una visión maniquea que les impide entender la realidad. Como todos los nacionalistas, sabe lo que siente, pero no sabe lo que dice.
Hablar de los abusos de un estado autoritario es un exceso, porque los catalanes gozan de los mismos derechos y libertades que los murcianos, los alemanes, los cántabros o los italianos. Es más, la mayor transgresión de la libertad de los ciudadanos que se da en la Unión Europea es la que perpetra la Generalitat con los catalanes que se sienten españoles, al no poder educar a sus hijos en lengua castellana o negándoles el derecho a poner un nombre español a sus negocios. Guardiola dijo que los catalanes se sentían víctimas de la persecución del Estado español y puestos a decir cosas concretas habló de la destrucción de la sanidad. Es cierto, la sanidad catalana pasa por un momento muy difícil, pero la culpa no la tiene el Gobierno de Rajoy, sino el Ejecutivo de Puigdemont, que ha gastado lo que no tenía. Alguien debería decirle a Guardiola que los médicos cobran su sueldo en Barcelona porque Montoro extiende el correspondiente cheque.