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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL POSO DE LA CENSURA

En cuarenta años de democracia solo se presentaron tres mociones de censura. Ninguna de ellas prosperó. Los firmantes cada una de las mociones sabían, a priori, que no saldrían adelante, pero dieron el paso porque consideraban que el mismo hecho de cuestionar a los presidentes de gobierno en un largo debate en la Cámara les era ya suficientemente rentable.

Pablo Iglesias perdió la moción por goleada. Solo logró convencer a once diputados fuera de su grupo, nueve de Esquerra Republicana de Cataluña y dos de Bildu. La votación permite sacar una interesante conclusión: Podemos, pese a su capacidad para hacerse oír en los más diversos foros, apenas tiene aliados en el Parlamento. De mantenerse el PSOE en sus posiciones tradicionales, el partido morado tendría mucha dificultad para progresar.

La moción de censura, tal como está regulada en España (la famosa censura constructiva: no basta con derribar a un presidente, hay que encumbrar, simultáneamente, al sucesor) hace que el voto de los diputados dependa de dos valoraciones: el rechazo al presidente y el apoyo al candidato. Hubo 92 diputados que se abstuvieron (más de una cuarta parte). 92 diputados dispuestos a derribar a Rajoy, pero contrarios a investir a Pablo Iglesias como presidente de Gobierno.

Mariano Rajoy no pasó ningún apuro. El candidato Iglesias no supuso, ni por discurso ni por apoyos, una alternativa de poder. Si se mira el resultado de la votación, con más del doble de noes que de síes, parece que el Gobierno trabaja sobre bases sólidas.

La apreciación cambia para los que siguieron con atención el debate. Con la excepción de Unión del Pueblo Navarro, Foro Asturias y Coalición Canaria –un total de cuatro diputados–, el resto de grupos criticaron con gran dureza al Gobierno de Rajoy. No es ya que se cebaran con la corrupción y la larga lista de políticos del PP procesados, sino que la misma gestión económica, de la que se enorgullece Rajoy, les resulta motivo de escándalo.

Es un fenómeno muy curioso el que experimenta el PP: es capaz de ganar con holgura las tres últimas elecciones generales y, sin embargo, se encuentra aislado en el Parlamento. El PNV apenas lo tolera, y eso que le llenó las alforjas con la espectacular rebaja del cupo vasco, las masivas inversiones en infraestructuras de transporte y las subvenciones a la tarifa eléctrica. Esta última medida es una prueba de discriminación, sin precedentes, con respecto al resto de regiones industriales. Por ejemplo, Asturias.

Ciudadanos puede verse como el teórico aliado, pero es el depredador del PP. Su crecimiento depende del trasvase de votos de un partido al otro. Además, como todo grupo centrista, tiene la flexibilidad suficiente para pactar con la izquierda si la ocasión lo aconseja. Ya lo demostró en el pacto de Rivera y Sánchez de marzo de 2016. Como grupo joven es especialmente intolerante con la corrupción de los viejos partidos.

El PSOE

El aislamiento del PP y los escasos aliados de Podemos contrastan con la capacidad de relación de PSOE y Ciudadanos. El Partido Socialista tiene una posición decisoria en el Congreso de los Diputados. En el debate de investidura, José Luis Ábalos, el provisional portavoz, apenas arriesgó. Se limitó a criticar al PP y a Podemos, para anunciar la abstención ante el voto de investidura.

El mero paso del tiempo produce unos resultados sorprendentes en política. Pensemos que la moción de censura y la cuestión de confianza juegan un papel semejante al voto de investidura: derriban y confirman presidentes. Hace siete meses, se produjo una grave crisis en el PSOE porque la mayoría del Comité Federal impuso la abstención ante la investidura de Rajoy, en vez de impedir que renovara su mandato.

Tras las primarias, cambiaron las tornas dentro del Partido Socialista, con los ‘sanchistas’ encaramados en el poder. Esta semana tuvieron en su mano enviar a Rajoy para casa y, sin embargo, ¡se abstuvieron! A modo de justificación, José Luis Ábalos pronunció la frase del debate, «abstenerse tampoco es tan grave».

Una frase así sólo se pronuncia desde el redomado cinismo o la más candorosa de las inocencias. Estoy totalmente convencido de que el caso de Ábalos se inscribe en la segunda hipótesis.

Es evidente que no es tan grave abstenerse, como tampoco lo era ante la investidura de Rajoy, porque las otras opciones causaban mucho más perjuicios para España y para el PSOE. Eso mismo sucedió el pasado miércoles: los ‘sanchistas’ juzgaron un mal menor la presidencia de Rajoy frente a la alternativa de investir a Iglesias. Ábalos piensa y vota lo mismo que Susana Díaz o Javier Fernández. ¿Por qué tanto insistir en el ‘no es no’, si al final se abstienen impidiendo que un candidato de izquierdas desaloje a Rajoy de la Moncloa?

La moción de censura es fruto del análisis de una coyuntura concreta. ¿Qué pasará en el futuro? La respuesta depende, sobre todo, del PSOE, que es tanto como decir de Pedro Sánchez.

Hasta después del primero de octubre no se moverá nadie. La crisis catalana le tocará por entero a Rajoy. La izquierda recurrirá al manido discurso de exigir negociación con los independentistas. Pasado el tráfago, será el momento de hacer recuento de escaños.

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por JUAN NEIRA

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