La dirección regional de IU abordó el conflicto creado con Gaspar Llamazares, que ha estrenado doble militancia al convertirse la plataforma Actúa, de la que forma parte, en un partido político. Gaspar es miembro de IU y de Actúa. Hay un malestar generalizado por la actitud de Llamazares, ya que debería haber valorado la incompatibilidad que existe entre ser dirigente de IU y representar a Actúa, flamante nuevo partido. El coordinador general, Ramón Argüelles, y el responsable de organización, Alejando Suárez, consideran que debería tener un mayor compromiso o identificación con el programa político de IU, al tratarse del portavoz parlamentario. La limitación para hacer críticas internas es siempre más acusada en un dirigente que en un militante de base. Argüelles y Suárez se reúnen, hoy, con Llamazares. Parece que las medidas disciplinarias no están contempladas.
Se impone el pragmatismo. Bastantes adversidades ha tenido que sortear IU en los últimos tiempos como para tomar medidas disciplinarias contra su principal representante institucional. El problema de fondo con Llamazares no se va a resolver ahora, por muchas reuniones que se celebren. La cuestión que late tras la fachada de la doble militancia es la siguiente: mientras IU no se fusione con Podemos, el portavoz parlamentario aceptará seguir formando parte de la organización; en el momento en que IU quede subsumida en Podemos o pase a quedar integrada en una nueva marca controlada por Podemos, Llamazares se desvinculará de IU. Esta realidad la conoce, con detalle, la dirección regional de IU, así que hay que dejar que sea el paso del tiempo el que coloque a cada uno en su lugar. La hoja de ruta de Alberto Garzón lleva a la disolución o integración de IU en una organización que está por crear, en la que, sin duda, también participará Podemos.
Pero una cosa son los planes y otra la realidad. El estreno de la coalición, Unidos Podemos, se ha saldado con un fracaso. El partido de Pablo Iglesias tiene pendiente una reflexión colectiva –al margen del escaparate de los congresos– sobre el rumbo a seguir y el tipo de organización que precisa. Hasta ahora, a base de crear una agenda artificial, con moción de censura incluida, ha evitado la autocrítica. Algún día les llegará el momento de mirarse en el espejo y ver en qué ha derivado toda aquella ilusión colectiva que salió a la superficie en las elecciones europeas de 2014.
IU tiene tiempo para decir su última palabra.