Cuando faltan 37 días para el referéndum de independencia de Cataluña las estrategias de los presidentes Rajoy y Puigdemont son opuestas. El jefe del Gobierno de España manifestó después del Consejo de Ministros que hay “una coordinación fluida y constante” con la Generalitat desde el minuto cero de los atentados yihadistas, mientras que el presidente catalán declaró al Financial Times que “el Gobierno ha jugado con la seguridad de los catalanes” al negarse a ampliar los efectivos de los Mossos d’Esquadra. Al parecer los bolardos y maceteros que se negó Ada Colau a colocar en las Ramblas (tras la matanza ya se ha apresurado a rectificar) fue una decisión intranscendente para que los terroristas se salieran con la suya, mientras que rechazar la última oferta pública de empleo de la Generalitat resultó ser la medida crucial para que se produjera la tragedia. Hay que ser cínico.
Carles Puigdemont está crecido tras las jornadas de tensión vividas en Cataluña, al declarar que “mostramos cada día que estamos preparados para actuar como un Estado independiente”. A este señor le deberían recordar desde el Gobierno de España que su gestión al frente de la Generalitat, como la de su predecesor, Artur Mas, es el ejemplo del desmadre y la irresponsabilidad. Ambos “honorables” han logrado que Cataluña tenga una deuda pública superior a los 75.000 millones de euros, la más alta, con mucho, de todas las comunidades autónomas; la calificación de la deuda catalana está por debajo del “bono basura”. La Generalitat paga las nóminas de sus funcionarios gracias a Cristóbal Montoro que le suministra crédito con un interés del cero por ciento. Un porcentaje significativo de empresas ha hecho las maletas para irse a lugares más estables. La sociedad está dividida en dos. El acceso a la vivienda es más difícil que en cualquier otra región y la seguridad en calles se ha degradado con la ayuda de la CUP, el aliado del Gobierno independentista. Para completar el cuadro, digamos que Cataluña es punta de lanza en la campaña agresiva que se desarrolla contra los turistas extranjeros.
Rajoy prefiere hacerse el ciego antes de enfrentarse a la verdad. Habla de coordinación fluida, mientras Puigdemont anuncia que ya cuentan con más de seis mil urnas. Todo está preparado para el referéndum. Si al presidente del Gobierno de España no le preocupa España, al menos debería saber que su credibilidad ante los electores caerá en picado si no logra detener el proceso.