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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL DEBER DE RAJOY

La brecha entre las instituciones democráticas y las fuerzas independentistas crece cada día. La descalificación mutua es absoluta. La ruptura es total. La Generalitat ha diseñado un nuevo marco legal y avanzan con fuerza hacia el referéndum para sacar la República catalana de las urnas, cual conejo de la chistera: para algo son juez y parte en la consulta. En España, en los últimos setenta y cinco años no habíamos vivido nada parecido.

Hasta hace diez días, el Gobierno se limitaba a afirmar que el referéndum no se iba a celebrar. El presidente del Gobierno ejercía de oráculo. Los últimos pasos dados por la Generalitat, alzándose en rebeldía contra las normas vigentes y las autoridades que las encarnan, han obligado al presidente a hacer algo más que vaticinios.

¿Cuál es la estrategia de Mariano Rajoy? ¿Qué arma secreta guarda para hacer descarrilar el ‘procés’? ¿Cómo va a impedir la celebración del referéndum de autodeterminación?

Estas preguntas nos las hemos hecho todos desde que los independentistas anunciaron el referéndum y las leyes de desconexión. El presidente no daba pistas, se refugiaba tras su rostro impasible.

Funcionarios

A estas alturas del conflicto resulta ocioso preguntarse por la estrategia de Rajoy: está a la vista de todos. El arma secreta del presidente del Gobierno para mantener la integridad de España son los funcionarios. Si los funcionarios obedecen a Mariano Rajoy, no hay referéndum. Si jueces y fiscales trabajan a destajo las querellas, si los policías detienen a los sediciosos, desarticulan sus almacenes de propaganda e impiden sus actos electorales, si los directores de institutos y colegios mantienen cerrados los centros el 1-0, como ocurre todos los domingos, la consulta será una convocatoria fallida. El ‘procés’ habrá descarrilado. Se habrá cumplido la profecía favorita de Rajoy: no pasará nada.

La cosa cambia si los funcionarios discrepan, flojean, claudican o desertan. En ese caso tendremos dos problemas en vez de uno: se celebrará el referéndum de autodeterminación y se habrá venido abajo el andamiaje del Estado. La imagen de los Mossos d’Esquadra tutelando las largas filas que formaba la gente para acceder a la plaza de toros de Tarragona es un aviso.

El Estado se manifiesta a través de las normas y los actos que realizan los funcionarios. De eso no hay duda. También es cierto que el Estado tiene, o debe tener, el monopolio de la violencia. Ahora bien, el Estado es algo más que funcionarios y violencia. Tiene una amplia panoplia de respuestas, tan variadas como las situaciones que se presentan.

Cuando ETA asesinaba todas las semanas, la contestación del Estado se canalizaba a través de la Policía. Los partidos firmaban pactos, realizaban declaraciones, se mostraban solidarios con las víctimas, pero la clave para que ETA dejara de matar fue el impecable trabajo de los cuerpos de seguridad del Estado. Gracias a las policías española y francesa el grupo terrorista vasco despareció del mapa. La mayoría de sus pistoleros está en la cárcel, el resto se rindió.

El reto independentista catalán es de muy distinta naturaleza. En los últimos días, los miembros del ‘govern’, los diputados, alcaldes y concejales independentistas violan las leyes, desoyen al Gobierno de España y desafían a jueces y fiscales. Nunca sucedió algo así y el Estado no puede quedar cruzado de brazos. Los delitos se deben perseguir siempre, sin excepción, pero detrás del 1-0 hay algo más que delincuencia.

Discurso

El desafío independentista exige, por encima de cualquier otra consideración, una respuesta política que no se limite a decir que la Constitución no contempla las consultas de autodeterminación. Cuando el bando de los rebeldes llena las calles de Barcelona de familias envueltas en la ‘estelada’, yo echo en falta un discurso político vigoroso por parte del Gobierno. Rajoy se limita a constatar la ilegalidad, no quiere discutir de política, se conforma con dejar los colegios a oscuras.

¿Cuánto tiempo van respaldar Merkel, Macron, Junckers y compañía la política de un gobierno que se limita a reprimir intentos de expresión o manifestación que no encajan en el modelo territorial del Estado?

No estoy insinuando la necesidad de abrir una negociación para saldar el conflicto dando un trato fiscal privilegiado a Cataluña. Hoy por hoy, no hay mucho que negociar con Puigdemont y Junqueras. El discurso político es necesario para convencer a los observadores, externos e internos, de las razones que asisten a los demócratas. Y para que los ciudadanos de Cataluña sepan el sufrimiento cierto que les espera por la senda de la independencia. Las querellas son necesarias, sin duda, pero no son suficientes.

Resulta descorazonador que la crítica al independentismo se reduzca a las intervenciones de los portavoces de la oposición en el ‘Parlament’. En la calle, la única Cataluña que resulta visible es la que se quiere separar de España. Es obligación de Rajoy hacer que aflore el pluralismo contra el totalitarismo. Si actuara como un líder de la nación, la calle no sería propiedad de los fanáticos ni los demócratas vivirían en la clandestinidad.

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por JUAN NEIRA

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