Según se acerca la fecha fatídica, las estrategias políticas se desdoblan pensando en la cita del referéndum y en el día después. Es difícil separar ambos hechos porque el segundo depende del primero. Una afluencia masiva a las urnas, logrando realizar las votaciones, alentaría los deseos de proclamar de inmediato la independencia. Al contrario, un día marcado por el control policial y ciertas algaradas callejeras podría ser el inicio de la normalización.
Detrás de la pugna por la celebración o no del referéndum se esconde un dilema crucial: vigencia de la legalidad o el nacimiento de una nuevo orden. El único grupo que ya conoce el futuro es la CUP: el Parlamento declarará la independencia. Esa es su postura. Sin embargo, al nuevo Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCT), carcasa bajo la que se protegen las antiguas huestes de Pujol y de Mas, le asaltan las dudas. Su portavoz dijo que si de las urnas sale el sí a la independencia, la decisión se ejecutará tras una negociación con el Estado. Una declaración así es algo más que un matiz. Conociendo los antecedentes es lógico pensar que la victoria de los constitucionalistas vendrá servida por las contradicciones de los independentistas, ese tripartito formado por el PDeCT, Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y la CUP; los dos primeros forman el Govern y la CUP lleva la batuta del ‘procés’ con sus desplantes institucionales y movilizaciones de masas.
Mariano Rajoy no va a la cumbre europea en Tallín (Estonia) para seguir los acontecimientos desde la Moncloa. Menos mal. El presidente del Gobierno tiene que estar a los mandos de la nave en el día que la democracia española va afrontar su mayor desafío desde el 23-F. Hay que tomar ya una decisión sobre los Mossos de d’Esquadra. El Gobierno no puede pecar de ingenuidad. Ni el famoso señor Trapero asiste a las reuniones del mando único a las que es convocado ni hay seguridad de que precinten los colegios, tal como ordenó la Fiscalía. Hay que aceptar la realidad tal como es: hay una batalla de corte policial o militar por el control del territorio urbano y el Gobierno no puede perderla.
A Rajoy le va el cargo en ese pulso, no en vano manifestó repetidamente que «el referéndum no se va a celebrar». El presidente visitó a Donald Trump en el momento oportuno para sacarle una declaración de apoyo. El hombre más poderoso del mundo dijo que «España es un gran país y debería seguir unido». Es la primera vez que coincido con ese hombre.