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Juan Neira

LARGO DE CAFE

GUARDIAS Y ESTELADAS

La Junta de Seguridad de Cataluña, convocada por Carlos Puigdemont, y a la que asistieron el secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, y el coronel de la Guardia Civil, Diego Pérez de los Cobos, responsable de coordinar los cuerpos policiales, ha terminado sin acuerdos. Los Mossos d’Esquadra han entendido, a su manera, el mandato del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) de impedir el referéndum: lo más importante es salvaguardar la convivencia. Lo han explicado muy bien: si hay gente haciendo cola para votar no les van a impedir que depositen su voto en la urna, se limitarán a tomar sus datos de identificación y se los pasarán al juez. Así, el señor Trapero le remitirá al TSJA un par de millones de datos personales y que empiecen las querellas por donde quieran. Una tomadura de pelo. Tarde, mal y nunca, el Ministerio del Interior se habrá percatado de que para hacer frente a decenas de miles de militantes independentistas movilizados, sólo podrá contar con menos de diez mil miembros de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Para el que crea que son muchos, es ilustrativo añadir que habrá 2.500 colegios electorales, así que no llegan a tocar a cuatro policías por cada colegio. Mientras tanto los 17.000 agentes de los Mossos d’Esquadra actuarán como observadores de una jornada agitada.

La Policía Nacional y la Guardia Civil tienen una gran experiencia en tareas de orden público, pero es muy probable que nunca hayan tenido un cometido tan difícil por la extensión del territorio a controlar, la superioridad numérica de los potenciales causantes de disturbios y el tiempo que durará toda la operación, de sol a sol. El Gobierno debería haber duplicado los efectivos. Para controlar las calles de Gijón, Oviedo, Almería o Sanlúcar de Barrameda se bastan los policías municipales. Ya sé que las normas no contemplan esa posibilidad, pero si algún día había que hacer una excepción ese día era el domingo. Como en España hay un complejo de inferioridad generalizado ante los nacionalismos excluyentes, la gente lamenta que hayan aplaudido y vitoreado a los policías y guardias civiles que marcharon para Cataluña a cumplir una misión tan complicada.

A mí lo que me pone los pelos de punta es ver a toda esa multitud de catalanes, muchos de ellos menores de edad, uniformados con una estelada. Para los que opinen que es una imagen bonita, les recuerdo que para estética de masas uniformadas, ninguna tan subyugante como la del III Reich.

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por JUAN NEIRA

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